jueves, 10 de noviembre de 2011

La hermana de Andrés




Hoy, creo que por una propuesta de @esquinabaja, en el twitter celebramos el Día del Hermano Mayor. Esta celebración me incluye, aunque hace 5 años ni se me hubiera cruzado por la mente que estaría dentro del grupo de hermanos mayores. Hace 5 años ser el mayor de los hijos era para mí como ser reemplazado por uno nuevo, el juguete nuevo de papá y mamá. 

Pertenezco al clan de los hermanos mayores con una diminuta diferencia de 18 años. Andresito es mi hermano menor y llegó a casa cuando yo dejaba de ser la preferida y era de una vez y de manera innegable mayor de edad. Durante toda mi vida fui hija única. Es decir, jugué sola, leí sola, mi mamá era mía, mi tío Pacho era mío y mi Tati era una abuela exclusivamente para mí. Luego llegó mi papá que también era mío y de nadie más (como se darán cuenta mi sentido de pertenencia era extremo). Tuve la buena suerte no sólo de ser hija única, también era la única nieta y sobrina. El reino de Male estaba establecido y así fue durante 18 años donde nunca pedí ni deseé un hermano, no estaba dentro de mis inquietudes ni de niña ni adolescente. 

Unos días al final de agosto del 2006 mamá me dijo con alegría en el rostro que iba a tener un hermano. La noticia, para mi sorpresa, me alegró demasiado. Todo aquello que sentía sin embargo no era amor, era curiosidad por saber como sería el o la bebe. Para ser sincera no me alegró (en ese momento) la idea de tener un hermanito, me alegró la idea que mi mamá al fin iba a poder tener otro hijo, un sueño que había tenido desde hace mucho tiempo. Unas semanas después de esta noticia mamá tuvo que ser internada por una amenaza de aborto que la llevó a quedarse en cama por casi dos meses. Mi casa se llenó de una preocupación y tristeza que superábamos únicamente para darle ánimos a ella, pues como habían dicho los médicos no podíamos hacer nada más que esperar. Así fue, esperamos y Andresito y mamá demostraron que estaban unidos por más que un cordón umbilical. Oficialmente me convertí en hermana mayor el 15 de enero del 2007 alrededor de las 4 de la tarde. Cuando vi a Andresito por primera vez, gracias a mi abuela que interceptó a la enfermera, no pude dejar de pensar “parece un duraznito”

Desde aquella tarde Andresito llegó para quedarse con sus preciosos ojos negros, imposibles dejar de mirarlos. Desde el día en que lo conocí quedé sorprendida, como si presionara un interruptor, pasé del simple “deseo conocer al bebé” a un absoluto "lo quiero" (también quería apretarlo y apachurrarlo). Fue automático y sólo puedo creer que es el instinto y la misma naturaleza la que me hizo quererlo de un momento a otro tan solo con verlo y sin conocer nada de él. Durante todo el embarazo de mi mamá no sabía que iba a sentir con la llegada de Andrés. Pensaba que podía sentir celos, que tal vez el bebito no me iba a caer bien, que me iba a cambiar la vida. Definitivamente, Andrés cambió mi vida desde el primer día en que lo conocí porque me convertí en su fan número uno. Como hermanos tenemos nuestros problemas, no todo es color de rosa. A veces hace demasiada bulla, agarra mis cosas sin permiso, no me deja hablar con mamá, alguna que otra vez o ha roto algo y por su puesto a veces nos peleamos, todo para estar como amigos cinco minutos después. Con Andresito he pasado de todo y mucho más de lo que esperaba de mi misma. Desde que nació me levanté en las noches cuando lloraba y ahora me levanto para ver que no se haya destapado, hemos jugado, me ha mordido, me ha pateado, me hace costillas. Tengo clavadas en la mente millones de anécdotas y recuerdos como su primera comida y sus pocas ganas de comer, sus primeras palabras, sus preguntas, sus juegos, sus caídas, los programas de Discovery Kids o las miles de veces que hemos visto Toy Story. Andresito es el único con quien comparto mi último bocado de torta tres leches. Nunca pensé en cambiar pañales, hacer biberones, saber de fórmulas, papillas y pediatras. Tuve que recordar como rasgar y embolillar, he regresado a los cuentos infantiles, cargado mochilas llenas de juguetes,  me he lanzado sobre todo el mundo para tomar fotos en las actuaciones, aprendí de nuevo a usar crayolas, temperas y a ensuciarme. 

Creo que de niña no hubiera estado lista para ser la hermana mayor de nadie. A veces cuando salimos juntos piensan que es mi hijo y tengo que decir que a veces si es como si lo fuera, sobre todo cuando le toca hacer sus tareas. Entre sus amigos del colegio (e incluso las mamás) yo soy “la hermana de Andrés” e incluso cuando me presento digo “Soy la hermana de Andrés”, nunca pensé sentirme feliz siendo la hermana de alguien. Tenemos temperamentos diferentes pero compatibles y estoy segura que cuando crezca seremos buenos amigos. Mamá siempre dice que nos quiere por igual, yo creo que eso es imposible, pero sí creo que no hay diferencias que ha encontrado como querernos a cada uno con nuestros asuntos, problemas,manías y locuras. Los años de distancia entre ambos han hecho que nuestras necesidades y roles en la familia sean tan diversos que no podemos entrar en competencia o desigualdad. He aprendido tanto de mi pequeño hermano que espero que el pueda aprender algunas cosas de mí, que pueda encontrar su propio camino y que incluso cuando tenga 30 años sigamos dándonos nuestro famoso abrazo de “malvado doctor tocino”.

Male, la hermana de Andresito. 

Nota: El malvado Dr. Tocino es Jam en Toy Story.

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