Hoy, creo que por una propuesta de @esquinabaja, en el twitter celebramos el Día del Hermano Mayor. Esta celebración me incluye, aunque hace 5 años ni se me hubiera cruzado por la mente que estaría dentro del grupo de hermanos mayores. Hace 5 años ser el mayor de los hijos era para mí como ser reemplazado por uno nuevo, el juguete nuevo de papá y mamá.
Pertenezco al clan de los hermanos mayores con una diminuta diferencia de 18 años. Andresito es mi hermano menor y llegó a casa cuando yo dejaba de ser la preferida y era de una vez y de manera innegable mayor de edad. Durante toda mi vida fui hija única. Es decir, jugué sola, leí sola, mi mamá era mía, mi tío Pacho era mío y mi Tati era una abuela exclusivamente para mí. Luego llegó mi papá que también era mío y de nadie más (como se darán cuenta mi sentido de pertenencia era extremo). Tuve la buena suerte no sólo de ser hija única, también era la única nieta y sobrina. El reino de Male estaba establecido y así fue durante 18 años donde nunca pedí ni deseé un hermano, no estaba dentro de mis inquietudes ni de niña ni adolescente.

Desde aquella tarde Andresito llegó para quedarse con sus preciosos ojos negros, imposibles dejar de mirarlos. Desde el día en que lo conocí quedé sorprendida, como si presionara un interruptor, pasé del simple “deseo conocer al bebé” a un absoluto "lo quiero" (también quería apretarlo y apachurrarlo). Fue automático y sólo puedo creer que es el instinto y la misma naturaleza la que me hizo quererlo de un momento a otro tan solo con verlo y sin conocer nada de él. Durante todo el embarazo de mi mamá no sabía que iba a sentir con la llegada de Andrés. Pensaba que podía sentir celos, que tal vez el bebito no me iba a caer bien, que me iba a cambiar la vida. Definitivamente, Andrés cambió mi vida desde el primer día en que lo conocí porque me convertí en su fan número uno. Como hermanos tenemos nuestros problemas, no todo es color de rosa. A veces hace demasiada bulla, agarra mis cosas sin permiso, no me deja hablar con mamá, alguna que otra vez o ha roto algo y por su puesto a veces nos peleamos, todo para estar como amigos cinco minutos después. Con Andresito he pasado de todo y mucho más de lo que esperaba de mi misma. Desde que nació me levanté en las noches cuando lloraba y ahora me levanto para ver que no se haya destapado, hemos jugado, me ha mordido, me ha pateado, me hace costillas. Tengo clavadas en la mente millones de anécdotas y recuerdos como su primera comida y sus pocas ganas de comer, sus primeras palabras, sus preguntas, sus juegos, sus caídas, los programas de Discovery Kids o las miles de veces que hemos visto Toy Story. Andresito es el único con quien comparto mi último bocado de torta tres leches. Nunca pensé en cambiar pañales, hacer biberones, saber de fórmulas, papillas y pediatras. Tuve que recordar como rasgar y embolillar, he regresado a los cuentos infantiles, cargado mochilas llenas de juguetes, me he lanzado sobre todo el mundo para tomar fotos en las actuaciones, aprendí de nuevo a usar crayolas, temperas y a ensuciarme.

Male, la hermana de Andresito.
Nota: El malvado Dr. Tocino es Jam en Toy Story.
No hay comentarios:
Publicar un comentario