Este cuento tiene un origen especial porque en un principio iba a ser un regalo, pero bueno por las mismas situaciones de la vida, no pudo ser. Creo que es un trabajo bonito y sobre todo hecho con cariño así que vale mucho para borrarlo. Así que ahí les va, es un cuento un poco más largo de lo normal por lo que lo iré colgando por partes. Espero que les guste.
ÑAWI
- Dime qué es lo que ves.
- Veo muchas cosas, ya te dije. Tal vez más de las que yo creía que era posible.
- ¿Cómo haces?
- Sólo veo a la gente, ya te he dicho.
- La gente es gente, con mirarla…sólo ves sus rostros.
- Yo veo lo que ellos no quieren mostrar.
- ¿Cómo?
- ¿Tú quieres mostrar miedo o vergüenza, tu quieres mostrar cariño incluso cuando no es correspondido?
- No. Deberías preocuparte en lo que sientes tú, no el resto.
- Bueno, todos tenemos cosas que no queremos mostrar y yo las veo.
- ¿De qué te puede servir eso?
- Así conozco a la gente, así sé quiénes son realmente.
- Estás loca.
- Sólo veo el mundo diferente.
- Entonces dime que es lo que siento ahora.
El única iba a entender que luego de descubrir el pasillo de sus ideas nada volvió a ser igual en mi vida. Fueron horas de juegos que me enseñaron que ya no era una niña pero sabía que nunca dejaría de serlo, eso era lo lindo, nadie lo tendría que saber. Aunque envejezca seguiré viendo el mundo con la mirada de una niña para no perder de mi mente aquel don, para ver en la gente lo que no muestra.
Cuando apenas era una niña no podía entender por qué mi mamá nunca demostraba cuando estaba triste y siempre atendía a todos con una sonrisa en el rostro aunque por dentro la pena la matará. Mucho menos entendía porque mi hermana mayor era tan amable con mi papá cuando en cada uno de sus actos lo detestaba porque siempre le decía que hacer. Mucho menos entendí alguna vez en mi visa porque es que papá se lamenta de que sus padres hayan elegido su vida y el hacía lo mismo con mi hermana. Yo era una niña así que en casa la última opinión que iban a tomar en cuenta era la mía. Lo mío era otro mundo con mi hámster y los vestidos que mi mamá compraba para mí. Todas las tardes cuando regresaba a la casa luego de haber estado jugando en el jardín mamá estaba en la puerta de la terraza su dulce sonrisa se transformaba en un rictus nervioso y en una severa mirada para la niñera por haber dejado que malogrará un vestido una vez más. Mamá me mandaba directo a la ducha, la niñera me bañaba, me pedía que no volviera a meterme detrás de los arbustos donde ella no alcanzaba y de ahí me alistaba para la cena. Con ella compartía mucho y fue con ella que me di cuenta desde muy niña que algo pasaba conmigo, que aquella inocencia que un ser humano normal va perdiendo cuando crece y que nos permite entender mejor al resto, era mucho más fuerte en mi delo que creía.
Matilde me cuidaba como nadie en casa lo hacía, estoy segura que ahora es ella una de las personas que más me extrañan. Sin embargo, como todos los adultos ella también tenía algo que no decía y es que cada noche luego de cepillarme el cabello, arroparme y contarme alguna historia se iba de mi habitación con los ojos llenos de pequeñas lágrimas, porque extrañaba a su hija, porque a aquella hija nadie le cepillaba el cabello, ella no podía estar junto a su pequeña por tener que cuidarme a mí. La pena en Matilde era tanta que me apenaba a mi también, por eso decidí no esconderme detrás de los arbustos, así mamá no la regañaría y ella se quedaría más tiempo conmigo, me propuse ser por el tiempo que nos quedaba juntas la niña que ella debería estar cuidando por ley natural.
Matilde me contó durante toda mi infancia las historias más interesantes y misteriosas que he escuchado en mí vida, me las contaba en español pero había cosas que no entendía, palabras sueltas que no podría comprender. Un día me explicó que su casa no era como Lima y a en mi opinión e incluso ahora que me encuentro sentada con todo este paisaje que por mucho tiempo conocí sólo a través de sus relatos, me doy cuenta que es mucho mejor que Lima. Con el tiempo Matilde dejo de contarme sólo cuentos y empezó a contarme de su vida y como es que vino desde la sierra hasta la caótica ciudad donde se encontró con mi familia. Fue ella quien me enseñó que aquello que yo conocía no era nada. Matilde me mostro que el mundo está hecho de inequidades y que esas diferencias nos hacían quienes éramos. Fue ella la primera en decirme que no importaba si crecía, mientras mantuviera los ojos de un niño llegaría a entender a la gente, no perdería la inocencia que nos permite ver más allá de la simple vista, sino que sería capaz de entender aquel mundo mágico de tierra y sol. Si conservaba aquella dulce mirada de tristeza que tenían mis ojos, mi alma no me mentiría.
Había pasado tanto tiempo desde las épocas en que Matilde cepillaba mi cabello, ahora y apenas la veía entre lo que venía y regresaba entre la universidad y la biblioteca, entre estudiar y llevar a mi hermano al colegio en las mañana. Todo ahora era tan rápido y ni si quiera podía entrar nuevamente entre los arbustos para ensuciarme y que ella intentará sacarme. Ahora Matilde estaba con su hija, en Lima. Ahora tenía que compartirla con mi hermano menor y con su hija, pero no importaba. Para Matilde no habían límites ni existia la palabra “demasiado”, ella tenía cariño para todos e incluso ahora que ya he crecido no deja de llamarme LLakisqa. Para ella siempre seré Rebecachallay.
Decía que mis ojos estaban tristes, tristes porque tenían miedo de que al crecer no pudieran ver lo mismo que en la infancia, así que le prometí que no importaba lo que me costará yo lo lograría, podría ver como lo hace un niño y defendería hasta el fin de mis días todo recuerdo de la niña que fui.
Ahora estaba sentada tratando de ver el paisaje mientras él se quejaba de la falta de aire. Se rehusaba a hacerme caso, en lugar de sentarse y callar seguía moviéndose y hablando sin parar de lo mal que se sentía.
- Es un pueblo recóndito
- No es un pueblo recóndito, sólo escucha lo que tienes alrededor.
- ¡ Es un pueblo recóndito ¡
- No me dejas ni oír ni escuchar
- Rebeca, no hay nada que oír.
- Con tus gritos, claro que no hay nada que oír.
Continuara.....
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