lunes, 8 de febrero de 2010

Explícame Úrsula


- Tengo amigos que cuentan y amigos que no cuentan.

- Me puedes explicar a que te refieres con eso.

- Tengo amigos con los que hablo y amigos con los que lloro.

- Bueno siempre hay amigos con los que tenemos más confianza.

- No me refiero a confianza doctor.

- ¿Te sientes bien con ambas clases de amigos?

- Ya no sé que siento, dígame usted.

- Ya te dije Úrsula que yo sólo puedo ser una guía

- Entonces yo sólo puedo confundirme más doctor.

- Termina de explicarme

El no entendía a que me refería, estoy segura que de los 4 años que llevamos juntos en esta constante relación psiquiatra – paciente nunca ha llegado a entender que yo no soy él y que definitivamente los medicamentos ya no hacen nada. No hacen nada y por eso una vez a la semana vengo y habló con él, cómo si fuera mi amigo, cómo que si yo fuera más que un expediente clínico. De vez en cuando veo las fotos que tiene detrás de su escritorio con su familia de portada que y me enferma más que mis propios problemas porque me recuerda la vida de mi familia. Cuando me aburro y ya no me bastan las fotos para saciar mi truculenta imaginación, cuando llega el momento de hallar una respuesta es que miro a las marcas que me llevaron a aquel sillón, el mismo de siempre durante cuatro años. No era el lado más atractivo de mi cuerpo pero al menos las pulseras podrían cubrir algún rezago de mi intento de huir de esta vida. Cuatro años han pasado y sigo acá sentada sin poder develar la verdad de lo que pienso.

- Úrsula, termina de explicarme.

El sabía exactamente lo que hacía y yo estoy segura de que el odiaba que mirara las cicatrices en mis muñecas y me distraiga. No me importaba mucho, estaba segura que en el fondo él tenía tantas ideas retorcidas y oscuras en la cabeza como cualquier otro ser humano en la faz de la tierra. A pesar de eso y de la seguridad que tenía de que en su libreta hacia dibujos o escribía que mi cabeza ya no tenía remedio, a pesar de la certeza de lo monótona de su vida y a pesar que estas horas eran pagadas por mis padres me sentía en la necesidad de hablar por algunos momentos de lo que pasaba, porque así el no perdería por completo su tiempo y yo tendría con quien hacer una catarsis para luego pasar el umbral del consultorio y regresar a ser yo con cicatrices en las muñecas.

- Si Doc. Así como escucha tengo amigos que me acompañan y amigos que me hacen llorar. ¡No! No son lo mismo, sino todos serían simplemente amigos.

- ¿Cuántas pastillas estas tomando al día Úrsula?

- Lo que decían en su receta 1 al día, después del desayuno.

- ¿Estás desayunando?

- Si Doc, ya le he dicho que esto no se trata de ningún problema alimenticio.

- Entonces, explícame

Si, si siempre había que explicarle y ahora seguro le costaría entender que entre mis amigos están aquellos que me acompañan y a quienes acompaño y por los que lloro. Los que me acompañan según él no son un problema porque la amistad es un acompañamiento y crecimiento mutuo. ¿Pero por qué con por los que lloras? No entendió, creo que ni si quiera al final de la sesión llegó a entender, sólo asintió ante la barbaridad de idea. Apuntes y mas apuntes en mi file seguro porque me estaba volviendo más loca.

“Úrsula no debes llorar” decía mamá y mi papá decía “Deja a Úrsula en paz”. Yo sólo reaccionaba y lloraba. “Por Dios Úrsula que infantil” me decía mi propia conciencia pero yo no podía dejar de llorar y es que así como tenía amigos que me acompañan tenía amigos para llorar. Eran para llorar porque me hacían llorar. No estoy segura si lo que en terapia se cuestiono era porque eran mis amigos si me hacían llorar o peor aún porque seguía yo ahí si me hacían llorar. En cualquier caso no creo que vaya a entender. Si se me debe acusar de algo es de no ser lo suficientemente fuerte para dejar de llorar. A veces ya no sé ni de que se trata. Puede ser porque no cumplen con sus promesas, porque son malos por momentos conmigo o peor aún y es que a veces no soy lo suficientemente valiente para seguir su paso. Yo quisiera sé más valiente ante la vida pero no puedo y eso también me hace llorar. Por eso le conté que tenía amigos para compartir y amigos para llorar por ellos, si claro que lloro porque me hacen llorar y cada lágrima es una pena menos en mi mente o lloro porque siento que no alcanzo lo suficiente.

- ¿Quieres mas medicina?

- No Doc gracias. Los que tomo ahora están funcionando.

- ¿Cómo te sientes ahora?

- Feliz, seguro por las medicinas, pero no se preocupe…

- ¿de qué tendría que preocuparme?

- No se preocupe pronto alguien me hará llorar.

- ¿Cómo estas tan segura?

- Porque tengo amigos Doc…ya se lo dije.

Sonó la alarma de su reloj, me miró con cierto aire de superioridad seguro porque de él dependían las recetas médicas, seguro porque el era quien tiene mi pequeña dosis de felicidad en frasco.

- Bueno, nos veremos la semana que viene.

- Si las pastillas lo permiten Doc, si las pastillas lo permiten.

- ¿Llorarás?

- Si, prometo llorar por usted también.

Cerré la puerta, había sido suficiente por un día.

1 comentario:

Menarena dijo...

La ironía del nombre. Pobre Úrsula, espero que un día encuentre un hombro de un amigo sobre el cual llorar. También espero que tu sepas que tienes muchos hombros sobre los cuales desahogar tus penas, aunque sean o creas q son irracionales. ;) Tomate un té y te debo un abrazo.
XOXO
Little J