domingo, 28 de febrero de 2010

Tina y Betina - Playa & Vocecitas

B: Tina apúrate, no tenemos todo el día.

T: Espera. Tengo que llevar mis 4 bloqueadores.

B: Neurótica

T: ¿Qué?

B: Que no te olvides tu patito de hule.

T: Uy verdad básico. Ok ya estoy lista.

B: Ok. Vamos antes que el 2012 llegue y la playa desaparezca.

Vocecitas: Odio ir a la playa, me quemo y se me maltrata el pelo // Ah por favor, respira un poco no hiperventiles y verás que todo irá bien // Claro hasta que se salga el mar y nos lleve a todos // A te llevara a ti, yo salgo corriendo y me subo al carro de B // ¿Y yo? // Bueno, espero que tu también llegues antes que ella arranque.

(Caminando hacia la playa)

T: ¿Ves algo anormal en el mar?

B: No

T: ¿Y en la gente?

B: No

T: ¿Y si el mar me lleva?

B: Me avisas para no estar buscándote después como loca.

T: Ok.

Vocecitas: Mi cabello se va arruinar con el sol y el agua de mar // Oie, eres una voz no tienes cabello // Ah pero si lo tuviera se arruinaría // Lo que pasa es que le tienes miedo al mar // NO // Claro que si, muajaja me rio de ti // Claro, todo porque tú tienes tu flotador rosado // Si quieres te lo presto // ¿En serio? // Si pero no creo que entres.


T: Oh no

B: ¿Qué paso?

T: Traje sólo 3 bloqueadores.

lunes, 22 de febrero de 2010

ÑAWI (Parte 2)

Para Checho por ayudarme a no poner DELETE al cuento.

Terminamos en Puquio para aprender de sus habitantes, vinimos a conocer más allá de lo que leemos. Yo no solía trabajar con él, simplemente por diferencia de opiniones. El no solía trabajar conmigo porque decía que estaba loca.

Yo concebía una vida que jamás estaría bien para él, porque nada que le quitará su velo de superioridad podía ser correcto. El creía que era imposible, pero este viaje serviría para que deje de ver a la gente como objetos y se dé cuenta que no están demás sino que él es uno más. Ahí mismo entre aquellas nubes que eran copos de algodón al alcance de mi mano me prometí ya no sólo tratar de seguir viendo al mundo como un niño, Matilde me había mostrado el fondo de sus pensamientos y de su vida para poder enseñar también.

Eduardo estaba con poco oxigeno y tratando de no caerse entre los borregos que pastaban a su alrededor. Era a cierto grado insoportable con sus lamentos y sus gritos. Me distraía tanto que no podía conseguir medio alguno para poder enseñarle exactamente lo que tenía que ver en el mundo. Era imposible con todas sus quejas en mi mente, era imposible si quiera poder sentarme a comer en paz, pues hasta de la comida se quejaba. Era imposible, era como si en ese momento se le ocurriera llamar a Pizza Hut para que le traigan delivery. Gracias a Dios no tenía que compartir una habitación con él, sin embargo el trabajo si teníamos que hacerlo juntos y a como diera lugar era importante que saliera a la perfección.

Luego de soportar mi propio malestar por la altura y su estado casi hipocondriaco y de extrema superioridad por su nivel académico, que lo lleva a categoría de Dios, decidí huir a dormir a ver si de una vez por todas podía centrarme en lo que quería. Camino a mi cuarto lo vi sentado en una de las ventanas, a diferencia del resto de las ventanas esta estaba abierta y dejaba filtrar una luz más que blanca, era inmaculada, inmaculada como en los cuentos de Matilde donde el colibrí se convertía en doncella para ver a su amado por una vez más antes de regresar a su mundo. Hubiera preferido que Matilde estuviera conmigo en ese momento, me hubiera ayudado a entender y a comunicarme, me hubiera ayudado a hacer un mejor trabajo, pero en lugar de Matilde quien me hubiera preparado algo para que se me pasen los mareos que tenía estaba al lado de Eduardo que con su cigarro destruía la pureza del aire en Puquio. Era tan puro que respirar nos costaba y él en lugar de mejorar en algo lanzaba el humo por la boca como si eso lo regresara a Lima.

- ¿Qué haces?

- Fumando ¿No ves?

- Eso te va a hacer peor.

- Peor que estar acá, no creo.

- Pon de tu parte

- Me duele la nariz de respirar, la cabeza y encima no me gusta la comida.

- ¿Por qué no aprendes algo de ellos en lugar de quejarte?

- No te hagas la mártir Rebeca. ¿Tú no extrañas las comodidades de tu casa?

- Sí, pero no voy a encerrarme en las comodidades de mi casa para siempre.

Me fui a dormir porque no soportaba más de él y la cabeza estaba a punto de partirse. Me eche sin dejar de lado el miedo que me invadía, estaba sola en una casa que no era mi casa, en la cama por las que ya habían dormido otras personas. No estaba Matilde conmigo, ni si quiera estaba mi papá que siempre se levantaba cuando los gritos de mis pesadillas no me dejaban dormir. Mis pesadillas, esperaba que no llegarán esta noche, esperaba que no llegaran en todo el tiempo que estuviera ahí para no asustar a nadie, para que nadie sepa de mis ojos tristes. Lo más extraño siempre decía Matilde es era que yo no podía decir lo que sentía a veces podría ver lo que los demás sentían podía entenderlos sin tener que hablar con ellos pero era imposible hablar de lo que yo sentía, según Matilde si no decía lo que sentía nunca iba a poder ser alguien que de verdad pueda ayudar al resto. Me senté en la cama y traté que la oscuridad de aquella habitación no me trague. Son 20 años en mi vida y aún no puedo dormir con las luces completamente apagadas, abrí la ventana a pesar del frío y me refugie en aquella clemente luz de luna, trataba de contar algo o planear el día siguiente, para poder dormir, para olvidarme que mis miedos eran tan malos como los temores de Eduardo. El tenía miedo a que le ganen, yo tenía miedo a que me dejen. Busqué en mis recuerdos para buscar algo más alegre en que pensar.

Mi hermano era solamente un año mayor que yo y era sin duda quien siempre me acompañó. Nuestra hermana mayor estaba en otra etapa de crecimiento cuando nosotros éramos a penas unos niños y cuando estábamos entrando a la adolescencia ella ya ni si quiera vivía en casa. Como aquellas paradojas de la vida mi hermano también se llamaba Eduardo. Matilde sabía que a mí me costaba dormir cada noche porque tenía miedo a no despertarme o peor aún temor a despertarme y que mis papás ya no estuvieran. También sabía que Eduardo no dejaría que me quedará sola en mi cuarto con mis miedos de abandono, así que en aquellas noches Matilde se acomodaba al lado derecho de mi cama y Eduardo al izquierdo. En ese momento cuando pasaba a sentirme segura de nuevo le pedía que me contara la historia del Atuq y Quwi, por algún razón que yo a mis cortos años no entendía estos cuentos no eran como los de mamá que además de ser aburridos por su falta de talento como narradora siempre eran iguales, el zorro era el astuto y la tortuga la lenta. Atuq y Quwi era una muestra de que el más pequeño podía ganar. Aquel recuerdo era capaz de traerme el sueño, no sé bien en que parte del recuerdo me dormí, pero no fue por mucho tiempo porque los golpes en la puerta me despertaron.

- ¿Rebeca?

- ¿Eduardo?

- Abre la puerta.

- ¿Para qué?

- Abre por favor.

Los recuerdos regresaron a mi mente otra vez ya no eran agradables como los cuentos de Matilde por el contrario estaban llenos de nostalgia. Aquella vez mi hermano toco la puerta de mi cuarto por la noche, al abrirla el Eduardo que vi era otro, como si la vida se le fuera en cada movimiento. Cuando lo vi me sonrió y se desplomó junto con mis gritos que alertaron a mis padres. Luego de ese incidente sólo nos quedaron 8 meses juntos.

- Abre

- ¿Qué quieres, Eduardo?

- Ábreme, no me siento bien.

En esta ocasión, con este Eduardo no me asuste. No se veía completamente bien pero al menos podía sostenerse sin problemas. No me dijo que quería, no espero a que lo invitara a pasar. Entró al cuarto y se sentó en el pequeño sillón que había al lado de la ventana, tenía sus colchas con él.

- ¿Eduardo?

- ¿Puedo quedarme?

- Ah.

- Mi cuarto está demasiado frío y oscuro.

- No es eso, tienes miedo, tienes miedo de dormir ahí.

- Cállate.

- Entonces vete.

- ¿Puedo quedarme?

- Si, mientras te quedes en el sillón.

sábado, 20 de febrero de 2010

En la TV yo veo COMERCIALES

Si. ya lo saben, soy una adicta a los comerciales. Uno tras otro, no me aburro de verlos así que aquí van 4 que son genialisimos.

1&2. No tomo pepsi, no me gustan pero los 2 comerciales que van a ver son alucinantes. Beyonce, Pink y Michael Jackson. (Por cuestiones de conciencia, eliminare a Britney del primer comercial)
3. Las Audreys son las mejores, así como Audrey Hepburn, Audrey Tautou es genial.
4. Ok. la canción es un clásico y bueno, es un buen comercial. Un JUST DO IT por el comercial.


WE WILL ROCK YOU



PEPSI GENERATION



CHANNEL



I FEEL PRETTY

sábado, 13 de febrero de 2010

Mañana, me dicen que es el día en que todos se quieren

Si, mañana es el día del Amor y de la amistad. Definitivamente una excusa más para abrazarse a pesar del fulminante calor del mes de febrero, sin contar que gracias las festividades la gente se verterá a las calles de manera masiva y los restaurante no solo estarán reventando sino que el delivery se demorarán más y muchos encima serán mojados por la otra celebración del domingo, los carnavales.

Como es el día del amor y de la amistad todos serán más amigos que nunca y estarán más enamorados que el resto de los días. Sí, todos se verán impulsados por las ansias de comprar regalos como muestras de su amor “inconmensurable” y si no es por las ansias definitivamente será la presión mediática y las grandes Ofertas “por el día de los enamorados” que hará que la gente termine comprando grandes peluches con corazones por todos lado y por supuesto aquellos que compren regalos menos escandalosos. Así que si lees este artículo y estás incluido en este grupo no te ofendas ni revises tu billetera, seguramente lo que no compraste hoy de todas maneras tendrás que comprar mañana.

Claro no es que yo sea una loca y no tengas amigos o no quiera a nadie, claro que hay gente a la que quiero y felizmente han estado ahí, sobre todo en los últimos días. Si no saben quiénes son, bueno les diré que son muchos pero son los mejores. Comemos panqueques y son siempre mi contacto ideal para ver Gossip Girl. Nadie mejor que ellos para sentarme a comentar un libro o una película o mejor aún cantar por los pasadizos de la universidad o sentarnos a jugar Risk. Son ellos los que me cuidan en el mundo después de mi mamá y entienden que de vez en cuando estoy un poco loca, pero sólo un poco. Juegan, se rie, preparan Pisco Sour, toman fotos que dan risa y aunque se rie siempre me ayudan a levantarme luego que me caigo. Son ellos con los que abrazan, incluso contra mi voluntad, aunque siempre por una ocasión que lo amerita.

No celebro San Valentín, pero si tuviera que hacerlo tendría que darles un gran abrazo a las Ji-Ximenas, Sandra, Mario, Loló y por su puesto a Patty, Marisella y Astrid. Por otro lado está mi familia que aunque a veces pareciera que estamos peleando la verdad es que estamos hablando, sólo que siempre hablamos todos a la vez.

Mañana no es un día en particular, porque sé que siempre van a estar ahí incluso cuando m pongo a cantar, así que creo que ahí está lo importante y si hay que celebrar algo es la capacidad que como seres humanos tenemos para poder encontrar otras personas con las que nos podemos reír pero que también estarán cuando los momentos dejan de ser divertidos. Así que si quieren unirse a mi campaña, mañana no compren regalo, no lo hagan, mejor hagan algo especial. Yo quisiera hacer algo especial mega especial pero no se me ocurre nada en este momento así que les dejo simplemente una canción... que es genial porque es de Simon and Garfunkel y cantada por Johny Cash. (Excelente canción que me la presento por primera vez mamá… GRACIAS MAMI)

Ok. Luego del momento sentimental de la noche me retiro a seguir leyendo y colgarme del Twitter. Espero que mañana sea divertido y no mojen a nadie.

MAÑANA NO REGALO! SINO ACCIONES ESPECIALES.



miércoles, 10 de febrero de 2010

Cuento - Un regalo que no paso

Este cuento tiene un origen especial porque en un principio iba a ser un regalo, pero bueno por las mismas situaciones de la vida, no pudo ser. Creo que es un trabajo bonito y sobre todo hecho con cariño así que vale mucho para borrarlo. Así que ahí les va, es un cuento un poco más largo de lo normal por lo que lo iré colgando por partes. Espero que les guste.


ÑAWI

- Dime qué es lo que ves.

- Veo muchas cosas, ya te dije. Tal vez más de las que yo creía que era posible.

- ¿Cómo haces?

- Sólo veo a la gente, ya te he dicho.

- La gente es gente, con mirarla…sólo ves sus rostros.

- Yo veo lo que ellos no quieren mostrar.

- ¿Cómo?

- ¿Tú quieres mostrar miedo o vergüenza, tu quieres mostrar cariño incluso cuando no es correspondido?

- No. Deberías preocuparte en lo que sientes tú, no el resto.

- Bueno, todos tenemos cosas que no queremos mostrar y yo las veo.

- ¿De qué te puede servir eso?

- Así conozco a la gente, así sé quiénes son realmente.

- Estás loca.

- Sólo veo el mundo diferente.

- Entonces dime que es lo que siento ahora.

El única iba a entender que luego de descubrir el pasillo de sus ideas nada volvió a ser igual en mi vida. Fueron horas de juegos que me enseñaron que ya no era una niña pero sabía que nunca dejaría de serlo, eso era lo lindo, nadie lo tendría que saber. Aunque envejezca seguiré viendo el mundo con la mirada de una niña para no perder de mi mente aquel don, para ver en la gente lo que no muestra.

Cuando apenas era una niña no podía entender por qué mi mamá nunca demostraba cuando estaba triste y siempre atendía a todos con una sonrisa en el rostro aunque por dentro la pena la matará. Mucho menos entendía porque mi hermana mayor era tan amable con mi papá cuando en cada uno de sus actos lo detestaba porque siempre le decía que hacer. Mucho menos entendí alguna vez en mi visa porque es que papá se lamenta de que sus padres hayan elegido su vida y el hacía lo mismo con mi hermana. Yo era una niña así que en casa la última opinión que iban a tomar en cuenta era la mía. Lo mío era otro mundo con mi hámster y los vestidos que mi mamá compraba para mí. Todas las tardes cuando regresaba a la casa luego de haber estado jugando en el jardín mamá estaba en la puerta de la terraza su dulce sonrisa se transformaba en un rictus nervioso y en una severa mirada para la niñera por haber dejado que malogrará un vestido una vez más. Mamá me mandaba directo a la ducha, la niñera me bañaba, me pedía que no volviera a meterme detrás de los arbustos donde ella no alcanzaba y de ahí me alistaba para la cena. Con ella compartía mucho y fue con ella que me di cuenta desde muy niña que algo pasaba conmigo, que aquella inocencia que un ser humano normal va perdiendo cuando crece y que nos permite entender mejor al resto, era mucho más fuerte en mi delo que creía.

Matilde me cuidaba como nadie en casa lo hacía, estoy segura que ahora es ella una de las personas que más me extrañan. Sin embargo, como todos los adultos ella también tenía algo que no decía y es que cada noche luego de cepillarme el cabello, arroparme y contarme alguna historia se iba de mi habitación con los ojos llenos de pequeñas lágrimas, porque extrañaba a su hija, porque a aquella hija nadie le cepillaba el cabello, ella no podía estar junto a su pequeña por tener que cuidarme a mí. La pena en Matilde era tanta que me apenaba a mi también, por eso decidí no esconderme detrás de los arbustos, así mamá no la regañaría y ella se quedaría más tiempo conmigo, me propuse ser por el tiempo que nos quedaba juntas la niña que ella debería estar cuidando por ley natural.

Matilde me contó durante toda mi infancia las historias más interesantes y misteriosas que he escuchado en mí vida, me las contaba en español pero había cosas que no entendía, palabras sueltas que no podría comprender. Un día me explicó que su casa no era como Lima y a en mi opinión e incluso ahora que me encuentro sentada con todo este paisaje que por mucho tiempo conocí sólo a través de sus relatos, me doy cuenta que es mucho mejor que Lima. Con el tiempo Matilde dejo de contarme sólo cuentos y empezó a contarme de su vida y como es que vino desde la sierra hasta la caótica ciudad donde se encontró con mi familia. Fue ella quien me enseñó que aquello que yo conocía no era nada. Matilde me mostro que el mundo está hecho de inequidades y que esas diferencias nos hacían quienes éramos. Fue ella la primera en decirme que no importaba si crecía, mientras mantuviera los ojos de un niño llegaría a entender a la gente, no perdería la inocencia que nos permite ver más allá de la simple vista, sino que sería capaz de entender aquel mundo mágico de tierra y sol. Si conservaba aquella dulce mirada de tristeza que tenían mis ojos, mi alma no me mentiría.

Había pasado tanto tiempo desde las épocas en que Matilde cepillaba mi cabello, ahora y apenas la veía entre lo que venía y regresaba entre la universidad y la biblioteca, entre estudiar y llevar a mi hermano al colegio en las mañana. Todo ahora era tan rápido y ni si quiera podía entrar nuevamente entre los arbustos para ensuciarme y que ella intentará sacarme. Ahora Matilde estaba con su hija, en Lima. Ahora tenía que compartirla con mi hermano menor y con su hija, pero no importaba. Para Matilde no habían límites ni existia la palabra “demasiado”, ella tenía cariño para todos e incluso ahora que ya he crecido no deja de llamarme LLakisqa. Para ella siempre seré Rebecachallay.

Decía que mis ojos estaban tristes, tristes porque tenían miedo de que al crecer no pudieran ver lo mismo que en la infancia, así que le prometí que no importaba lo que me costará yo lo lograría, podría ver como lo hace un niño y defendería hasta el fin de mis días todo recuerdo de la niña que fui.

Ahora estaba sentada tratando de ver el paisaje mientras él se quejaba de la falta de aire. Se rehusaba a hacerme caso, en lugar de sentarse y callar seguía moviéndose y hablando sin parar de lo mal que se sentía.

- Es un pueblo recóndito

- No es un pueblo recóndito, sólo escucha lo que tienes alrededor.

- ¡ Es un pueblo recóndito ¡

- No me dejas ni oír ni escuchar

- Rebeca, no hay nada que oír.

- Con tus gritos, claro que no hay nada que oír.

Continuara.....


lunes, 8 de febrero de 2010

Explícame Úrsula


- Tengo amigos que cuentan y amigos que no cuentan.

- Me puedes explicar a que te refieres con eso.

- Tengo amigos con los que hablo y amigos con los que lloro.

- Bueno siempre hay amigos con los que tenemos más confianza.

- No me refiero a confianza doctor.

- ¿Te sientes bien con ambas clases de amigos?

- Ya no sé que siento, dígame usted.

- Ya te dije Úrsula que yo sólo puedo ser una guía

- Entonces yo sólo puedo confundirme más doctor.

- Termina de explicarme

El no entendía a que me refería, estoy segura que de los 4 años que llevamos juntos en esta constante relación psiquiatra – paciente nunca ha llegado a entender que yo no soy él y que definitivamente los medicamentos ya no hacen nada. No hacen nada y por eso una vez a la semana vengo y habló con él, cómo si fuera mi amigo, cómo que si yo fuera más que un expediente clínico. De vez en cuando veo las fotos que tiene detrás de su escritorio con su familia de portada que y me enferma más que mis propios problemas porque me recuerda la vida de mi familia. Cuando me aburro y ya no me bastan las fotos para saciar mi truculenta imaginación, cuando llega el momento de hallar una respuesta es que miro a las marcas que me llevaron a aquel sillón, el mismo de siempre durante cuatro años. No era el lado más atractivo de mi cuerpo pero al menos las pulseras podrían cubrir algún rezago de mi intento de huir de esta vida. Cuatro años han pasado y sigo acá sentada sin poder develar la verdad de lo que pienso.

- Úrsula, termina de explicarme.

El sabía exactamente lo que hacía y yo estoy segura de que el odiaba que mirara las cicatrices en mis muñecas y me distraiga. No me importaba mucho, estaba segura que en el fondo él tenía tantas ideas retorcidas y oscuras en la cabeza como cualquier otro ser humano en la faz de la tierra. A pesar de eso y de la seguridad que tenía de que en su libreta hacia dibujos o escribía que mi cabeza ya no tenía remedio, a pesar de la certeza de lo monótona de su vida y a pesar que estas horas eran pagadas por mis padres me sentía en la necesidad de hablar por algunos momentos de lo que pasaba, porque así el no perdería por completo su tiempo y yo tendría con quien hacer una catarsis para luego pasar el umbral del consultorio y regresar a ser yo con cicatrices en las muñecas.

- Si Doc. Así como escucha tengo amigos que me acompañan y amigos que me hacen llorar. ¡No! No son lo mismo, sino todos serían simplemente amigos.

- ¿Cuántas pastillas estas tomando al día Úrsula?

- Lo que decían en su receta 1 al día, después del desayuno.

- ¿Estás desayunando?

- Si Doc, ya le he dicho que esto no se trata de ningún problema alimenticio.

- Entonces, explícame

Si, si siempre había que explicarle y ahora seguro le costaría entender que entre mis amigos están aquellos que me acompañan y a quienes acompaño y por los que lloro. Los que me acompañan según él no son un problema porque la amistad es un acompañamiento y crecimiento mutuo. ¿Pero por qué con por los que lloras? No entendió, creo que ni si quiera al final de la sesión llegó a entender, sólo asintió ante la barbaridad de idea. Apuntes y mas apuntes en mi file seguro porque me estaba volviendo más loca.

“Úrsula no debes llorar” decía mamá y mi papá decía “Deja a Úrsula en paz”. Yo sólo reaccionaba y lloraba. “Por Dios Úrsula que infantil” me decía mi propia conciencia pero yo no podía dejar de llorar y es que así como tenía amigos que me acompañan tenía amigos para llorar. Eran para llorar porque me hacían llorar. No estoy segura si lo que en terapia se cuestiono era porque eran mis amigos si me hacían llorar o peor aún porque seguía yo ahí si me hacían llorar. En cualquier caso no creo que vaya a entender. Si se me debe acusar de algo es de no ser lo suficientemente fuerte para dejar de llorar. A veces ya no sé ni de que se trata. Puede ser porque no cumplen con sus promesas, porque son malos por momentos conmigo o peor aún y es que a veces no soy lo suficientemente valiente para seguir su paso. Yo quisiera sé más valiente ante la vida pero no puedo y eso también me hace llorar. Por eso le conté que tenía amigos para compartir y amigos para llorar por ellos, si claro que lloro porque me hacen llorar y cada lágrima es una pena menos en mi mente o lloro porque siento que no alcanzo lo suficiente.

- ¿Quieres mas medicina?

- No Doc gracias. Los que tomo ahora están funcionando.

- ¿Cómo te sientes ahora?

- Feliz, seguro por las medicinas, pero no se preocupe…

- ¿de qué tendría que preocuparme?

- No se preocupe pronto alguien me hará llorar.

- ¿Cómo estas tan segura?

- Porque tengo amigos Doc…ya se lo dije.

Sonó la alarma de su reloj, me miró con cierto aire de superioridad seguro porque de él dependían las recetas médicas, seguro porque el era quien tiene mi pequeña dosis de felicidad en frasco.

- Bueno, nos veremos la semana que viene.

- Si las pastillas lo permiten Doc, si las pastillas lo permiten.

- ¿Llorarás?

- Si, prometo llorar por usted también.

Cerré la puerta, había sido suficiente por un día.