Durante mi infancia mi mamá intentó que jugara con las Barbies, sin embargo yo resistí y mi Barbie se iba a trabajar...claro mientras ella trabajaba yo me dedicaba a escuchar música con mi tío Pacho, esperando algún día poder hacer la coreografía de Vogue o Thriller completa y sin errores.
Mis Barbies seguían trabajando mientas yo descubría el Principito y los X-Men. Como yo andaba con menos tiempo para ellas, empezaron a trabajar horas de sobretiempo. Hasta que un día al fin apareció la que cumplía mis esquemas infantiles vitales, la Barbie veterinaria...vista desde mi perspectiva de una niña de 8 años ella era una chica independiente, solvente, trabajadora y con una meta en la vida más allá de su piscina rosada. ¿Qué es lo que recibí en Navidad? Una Barbie con un vestido inmenso que nunca me gustó...mi mamá la escogió, la Barbie veterinaria nunca fue de su agrado. Al parecer cumplía mis esquemas, pero no los de ella.
Decidí alejarme de ellas e irme con mi tío a la universidad, a la oficina de mi mamá a jugar con el papel carbón de todas las máquinas de escribir de la oficina o escuchar a todo volumen el cassete de Inti – Illimani de mi mamá (A los ladrones que se lo llevaron cuando se robaron el carro de mi papá....ahí se vieron por llevarse un pedacito de mi infancia). Creo que mamá se dio cuenta que yo andaba en otras cosas y así me fue prestando más de sus libros y menos de sus tips para confeccionar la ropa para mis muñecas. Me empezó a leer de todo un poco hasta que yo encontrará mi propio rumbo. Carla (mi mamá) fue tolerante al darse cuenta que a diferencia de ella, yo estaba negada para los juegos de muñecas, a menos que se tratara de la Barbie patinadora (ella si que me justo, sobre todo porque de los patines salían chispas).
Mis Barbies seguían trabajando mientas yo descubría el Principito y los X-Men. Como yo andaba con menos tiempo para ellas, empezaron a trabajar horas de sobretiempo. Hasta que un día al fin apareció la que cumplía mis esquemas infantiles vitales, la Barbie veterinaria...vista desde mi perspectiva de una niña de 8 años ella era una chica independiente, solvente, trabajadora y con una meta en la vida más allá de su piscina rosada. ¿Qué es lo que recibí en Navidad? Una Barbie con un vestido inmenso que nunca me gustó...mi mamá la escogió, la Barbie veterinaria nunca fue de su agrado. Al parecer cumplía mis esquemas, pero no los de ella.
Decidí alejarme de ellas e irme con mi tío a la universidad, a la oficina de mi mamá a jugar con el papel carbón de todas las máquinas de escribir de la oficina o escuchar a todo volumen el cassete de Inti – Illimani de mi mamá (A los ladrones que se lo llevaron cuando se robaron el carro de mi papá....ahí se vieron por llevarse un pedacito de mi infancia). Creo que mamá se dio cuenta que yo andaba en otras cosas y así me fue prestando más de sus libros y menos de sus tips para confeccionar la ropa para mis muñecas. Me empezó a leer de todo un poco hasta que yo encontrará mi propio rumbo. Carla (mi mamá) fue tolerante al darse cuenta que a diferencia de ella, yo estaba negada para los juegos de muñecas, a menos que se tratara de la Barbie patinadora (ella si que me justo, sobre todo porque de los patines salían chispas).
Entonces, con apenas unos 8 o 9 años creía que la sociedad aceptaba a todos por igual a pesar de sus diferencias. Pensaba que estaba diseñada y llevada a cabo de tal manera que había una opción para todos según sus preferencias, estilos o hobbies, al igual que mi mamá lo era conmigo, la sociedad tenía una opción para todos.
En cambio hoy, 11 años después mi idea es arrastrada por los suelos. Al poco tiempo me di cuenta que la mayor diferencia a la que me vería enfrentada era el hecho de ser mujer, de ser mujer en Latinoamérica, de ser mujer en el Perú.
No reniego de ser mujer, me encanta serlo y justamente por sentirme contenta con mi género es que me indigna escuchar, ver y darme cuenta que el discurso social no va de acuerdo con el comportamiento de los individuos. Que incluso ahora en pleno siglo XXI ser mujer es nacer con una doble razón de lucha, luchar por la vida en sí como todo el mundo y además luchar por ser respetada cuando en realidad es un derecho básico inherente a la condición de seres humanos.
En cambio hoy, 11 años después mi idea es arrastrada por los suelos. Al poco tiempo me di cuenta que la mayor diferencia a la que me vería enfrentada era el hecho de ser mujer, de ser mujer en Latinoamérica, de ser mujer en el Perú.
No reniego de ser mujer, me encanta serlo y justamente por sentirme contenta con mi género es que me indigna escuchar, ver y darme cuenta que el discurso social no va de acuerdo con el comportamiento de los individuos. Que incluso ahora en pleno siglo XXI ser mujer es nacer con una doble razón de lucha, luchar por la vida en sí como todo el mundo y además luchar por ser respetada cuando en realidad es un derecho básico inherente a la condición de seres humanos.
Siempre puedo oir: “Lo que pasa es que ella es mujer”, “Le hicieron el favor por ser mujer”, “Mujer tenía que ser” y para ser sincera ya estoy más que harta al respecto. Estoy harta de los comentarios sexistas, harta del estigma bajo el cual hay que vivir. A diferencia del hombre que sólo maneja un ámbito público durante su vida, nosotras tenemos que encargarnos de lo público y lo privado con la atenuante de los comentarios mal intencionados.
Si, estamos en pleno siglo XXI y aún no podemos decir que es una batalla ganada. Si bien ahora la mujer tiene los mismos derechos que el hombre, no podemos dar por sentado que ya hay igualdad de género, como debería ser. Aún la mujer es victima de la discriminación y el maltrato tanto psicológico como físico por su condición de ser mujer, es víctima del feminicidio. El abuso de la fuerza ante la mujer, sólo para sentirse más hombres, el abuso por considerar a la otra persona débil o inferior, el abuso por su condición de mujer como un objeto sobre el cual se puede ejercer poder.
Lo peor de todo, es que el los hechos no cambian sino que empeoran y se unen a la discriminación por estrato económico, educativo o diferencias culturales o lingüísticas. Una desigualdad que se promueve en la televisión, en la educación en muchos hogares, fomentado a veces inconscientemente por las mismas mujeres.
Con ustedes, Corazones Rojos de los Prisioneros. La canción se explica por si sóla.