lunes, 15 de octubre de 2012

Tiempo pasado

De los 7 días de la semana por lo menos en dos de ellos me pongo a pensar en lo anacrónico de mi existencia y la imposibilidad de haber nacido en otro momento. Levantarme y arrastrarme hasta la clase de las 9 de la mañana para escuchar cómo es que Arguedas le escribía cartas a Juan Rulfo donde le hablaba de “Juan” y mencionaban a “Don Alejo” y yo acá escribiendo en el wall de alguna de mis amigas sobre las fichas para el examen parcial de latín.

¿Dónde han quedado aquellos momentos en que uno recibía cartas? Solo hay dos personas con las que he compartido “correspondencia” una de ellas es mi madre y la otra mi mejor amiga Marisella. Con nostalgia recuerdo los paquetes de carta que mi mamá alguna vez guardó y ahora todos han perdido y no puedo dejar de pensar en Arguedas escribiéndole cartas a Rulfo, en las historia del momento en que Octavio Paz conoció a Blanca Varela, como es que sus amigos salvaron a Machado y este camino a Soria se enamoró. Me enloquece pensar que todos aquellos maravillosos relatos existen y que yo no los podré vivir, que nunca estaré en el barrio latino con César Moro aprendiendo del Surrealismo para luego ir a vender con Julio Ramón sus libros por unos cuantos cigarros. 

No creo que ni una sola persona no se ha puesto a pensar en algún momento de su vida en la posibilidad de haber nacido en otro momento, ya sea en el conocido y anecdotico pasado como en el imprevisible futuro. Yo lo hago a menudo por lo que leo, lo que escucho en clases, la música que oigo y las anécdotas de las letras. ¿Dónde más te hubiera gustado vivir? Yo quisiera regresar a aquellos años donde no había computadoras y todos tus trabajos los hacías en máquina de escribir. Los días preciosos donde te llegaban cartas en lugar de correos electrónicos, donde los celulares no te agobiaban y ponías un cassette para cantar como desquiciada con tu walkman. Así es, yo recuerdo eso días, porque pase del walkman al discman, al mp4 y no llego al iPod porque ni los entiendo. Yo quiero los días donde la información la encontrabas en las bibliotecas. Hubiera sido feliz medio del barrio latino de París, en los boulevards de Baudelaire, caminando en aquella fría Buenos Aires con Borges, Bioy y las Ocampo. Como sea, el tiempo es inexorable y aquello que nos cuentas jamás ha de volver, sin embargo yo no pierdo las esperanzas de aquellos días como si en un sueño pudiera regresar a esos días, tal vez con la misma naturalidad de unas películas. Espero cerrar los ojos y amanecer un día en una película de Woody Allen.

Los dejo hasta la próxima.

M

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