domingo, 10 de octubre de 2010

Una fiesta con Freud

Es imposible que nos escapemos de la muerte. Jesús no resucitó y la Virgen María no subió a los cielos y eso tú lo sabes, lo sabes muy bien.

Se paró y se fue a su habitación, me dejó sobre la mesa el manojo de cartas. Había cumplido la promesa, había dejado una cajetilla de cigarros que guardé rápido en mi bolsillo antes que alguna enfermera me viera. A veces no entendía porque se iba, ni mucho menos entendía como después de días sin hablarme tocaba la puerta de mi habitación y me mostraba el manojo de cartas que siempre llevaba en su bolsillo, esa era su carta de invitación. Cada vez que sus manos se asomaban por la puerta con aquellas cartas negras con la pequeña estrella verde al lado yo sabía que al menos me divertiría y sería mucho más fácil hablar, hablar era una de las cosas que menos hacía desde que llegué, pero con el era ligero hablar no habían horrores ni medicamentos. Ya son 8 meses o tal vez días desde que estoy acá y es la primera vez que no guarda sus cartas.

Se había ido sin su única baraja, solía decir que la tenía desde los 9 años y con ellas aprendió a hacer sus trucos de magia. Esta vez me las había dejado porque era imposible pensar que se las había olvidado. Mi mente no entendía porque por primera y maldita vez las dejó si siempre las llevaba en el bolsillo junto con un cigarro que siempre estaba aplastado, siempre, lo sabían los enfermeros, lo sabía yo, lo sabía su compañero de habitación que alguna vez trato de quitárselas. Las tomé y las guardé en mi bolsillo, ya había perdido la visión de él por el pasadizo, seguramente ya había entrado a su cuarto. Guardé las cartas en mi bolsillo, no en el derecho como él lo hacía sino en el izquierdo, sino tendría mala suerte. Al menos eso pensé pero ya ni si quiera el bolsillo correcto alejaría la mala suerte en aquella noche, la misma noche que para mi fueron dos completamente diferentes.

Un vaso de agua.

- Contén la respiración y cálmate. Toma un poco de agua eso te puede ayudar.

- ¿Qué tome agua? ¿Qué carajo les sucede a todos ustedes? Definitivamente no, no me pueden obligar.

- Claro que no te podemos obligar Úrsula pero si podemos decidir qué es lo mejor para ti. Yo soy tu padre, busco lo mejor para ti.

- Mamá, no los puedes dejar.

- No es una decisión que dependa de tu madre, ya está dicho.

- ¿Qué pasa papá, te da miedo que tus amigos vean las cicatrices o que se pregunten porque tu hija lleva vendas?

- Lo que hiciste Úrsula es completamente egoísta.

- ¿Por qué? ¿Por qué no me preocupe por la alfombra que podía mancharse o porque no pensé en lo que iban a hablar los vecinos?

- Úrsula, no discutas más, ya llevamos más de 1 año en terapia y es definitivo que ya no es suficiente para ti.

- ¿Para qué ha venido doctor? ¿Así que me va a dejar de ver? Ahora quién le va a preguntar sobre su escasa vida sexual y como por eso indaga en la de sus pacientes.

- Úrsula, ten más respeto…

- Yo no tengo respeto por quienes no lo tienen conmigo y ustedes me tratan como si estuviera demente.

- Cállate y empaca porque te vas.

Cigarro

- En tu maleta hay una cajetilla de cigarros.

- Pensé que odiabas que fumara.

- Sí, pero tal vez eso te hace sentir mejor.

- ¿Sabes que me haría sentir mejor? ¿Lo sabes?

- Úrsula, se que piensas que esto es un error pero de acá a unos años...

- De acá a unos años espero no tener que verlos más. Que mi padre me quiera encerrar para que sus amigos no hablen me interesa un bledo, él y su estúpido concepto de la vida se pueden ir a la mierda, pero tu mamá apoyándolo, sonriendo en las reuniones diciendo que estoy de viaje… eso es lo peor que me has podido hacer en la vida. Escoger y escogerlo a él.

- Tú tampoco pensaste en mí. Ahí te dejo los cigarros, cuando te vaya a visitar te llevare más.

- No quiero que me visiten. Si me están dejando ahí, entonces ya me están dejando sola, ya me has dejado sola.

Ahora si me quede sin cigarros pensé por un momento, ya llevaba 2 semanas ahí metida y la cajetilla que me había mandado mamá no había alcanzado ni para tres días. Habían pasado dos semanas y mi mamá me había hecho caso, no me había ido a visitarme, sólo Lucía llegó un sábado, la traía el chofer de mi papá. Lucía y sus hermosos vestidos de flores, Lucía y su cabello negro al viento, Lucía era el ejemplo de hija que mis papás querían pero resultaba que conmigo se les rompió el molde. Mi hermana acababa de llegar de su luna de miel y lo que encontró fue a su única hermana encerrada en lo que parecía era la mejor terapia que habían encontrado sus padres. Meabrazó, tal vez sus abrazos eran los únicos que siempre he estado dispuesta a recibir. Me contó de su viaje y lo lindo que lo pasó, me mostró las fotos y me pidió paciencia. De su bolso sacó una carta de mi madre, un paquete de chocolates y varios libros. Lucía era demasiado buena para cargar cigarros en su bolso, mi hermana siempre ha sido demasiado ingenua como para saber que lo que más anhelaba no era solo su visita sino una cajetilla más que me pudiera librar de todos aquellos dementes con los que me había encontrado.

- Lo siento Úrsula, no sabía que te dejan fumar acá.

- No te preocupes Lucía, son sólo cigarros.

- Te prometo que la próxima vez que venga te traigo.

- Gracias. ¿Cuándo me van a sacar?

- Mi papá dice que eso depende de ti y tu mejora.

- Puras huevadas Lucía, lo mismo me dicen todos, yo sólo quiero irme.

- Mamá te extraña.

- Claro que si Lucía, por eso me dejó acá.

- Eres menor de edad pequeña, ellos lo hacen por tu bien.

- Recién acabo de cumplir 17 me queda casi un año con ellos. No dejes que me encierren más tiempo acá Lucía, te lo pido, ayúdame.

- ¿Qué puedo hacer yo? Mi papá ya decidió.

- Me voy a volver loca de verdad si me quedo acá. Lucía tienes que ayudarme.

- Baby, yo quiero ayudarte, pero no puedo hacer nada.

- Tenías que encontrarme, si no hubieras ido a verme esa tarde estaría al fin en paz. ¿Por qué Lucía, por qué me fuiste a ver justo ese día?

- Úrsula, cálmate voy a tratar de hablar con mi papá te lo prometo.

Úrsula se fue y aquella noche no pude dormir, podía sentir el olor del cigarro de la habitación del costado, ni si quiera tenía una compañera de cuarto que probablemente tendría algún cigarro. Mi padre se encargo de que me dieran una habitación para mi sola supuestamente para mi comodidad o mejor dicho para sentirse un poco humano. Felizmente vinieron a dejarmela medicina, eso al menos me dejaba dormir sin perturbaciones y claro en la mañana a penas y podía gesticular “buenos días”.

- Buenos días ¿está libre?

- Ah… si.

- Cuanto ánimo veo en ti Audrey ¿nueva?

- ¿Qué? ¿Audrey?

- Si. ¿Eres nueva no?

- Si.

- ¿Cuánto tiempo?

- Dos semanas.

- No has aprendido a esconder las pastillas, seguro te están dando dos en la noche.

- Seguro.

- Oye, cuidado se te está derramando la leche.

- ¿Quién eres?

- Ehm, déjame ver Audrey, para ti seré Richard Benson.

- ¿Richard Benson? Creo que has visto mucho Paris When it sizzles

- Así es Audrey ¿tú también?

- Es una de las películas…. Fav… fav …favoritas de mi hermana.

- Creo mi pequeña Audrey que usted debe dejar de tomar dos pastillas para dormir.

- ¿Tú crees?

- Es evidente, guárdalas para cuando en verdad quieras quedarte completamente dormida.

- Necesito fumar, eso es lo que necesito.

- Pues fuma Audrey… claro, no tienes que fumar. No te ahogues en los cereales, nos vemos en el almuerzo.

..... CONTINUARA

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