miércoles, 22 de diciembre de 2010

Cuento Navideño - Los adornos del árbol


Cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, no sé porque lo hacía. Era un pequeño placer interno que se expandía como los pedazos de cristal en el piso. Fue el primer descubrimiento navideño. Mi tío levanto todos los pedazos antes que llegará mi abuela y me pidió que me callara, ni una sola palabra a nadie y nadie se daría cuenta de la ausencia de una de las bolitas de Navidad. Su preocupación era que mi abuela no se enterará, la mía era que Santa Claus lo supiera.

Mamá me había dicho que me portará bien para poder recibir los regalos en Navidad. Yo muy obediente, y tal vez haciendo acopio de toda mi paciencia y buen humor, le hice caso. La meta para fin de año definitivamente no era recibir un pedazo de carbón en lugar de regalos, así cuando me encontré con Santa Claus me senté en sus piernas, nerviosa porque creía que lo sabía todo. Comencé a golpear las puntas de mis zapatos de charol esperando la gran pregunta ¿Te has portado bien María Fernanda? La duda de los adornos de cristal pasó por mi mente, pero era mi única oportunidad que se me presentaba para escapar. Rápidamente le dije SI y lo abracé, nadie puede contra el inocente abrazo de un niño. Me había salvado, Santa prometió dejar lo regalos que le había pedido por ser una buena niña, me fui y dejé que los que estaban en la fila siguieran.

El día de Navidad recibí los regalos de mi lista. Fue perfecto, el secreto quedó entre mi tío y yo. Ni Santa Claus supo de los adornos de Navidad. Mamá me hizo tomarme una foto al costado del árbol y ahí entre los adornos me acordaba de mis pequeñas travesuras.

Mi tío me pidió que lo ayudara a armar el árbol, el inicio de una larga tradición que hasta hoy perdura. La emoción era demasiada al ver todos los adornos brillando y como todas aquellas cajas guardadas dura casi un año se convertían en adornos magníficos y llenos de luces para celebrar Navidad. Era la primera vez que iba a ayudar a mi tío, sin saber que luego de algunos años yo sería la encargada y organizadora vitalicia de esta celebración en casa.

Mi misión era sacar los adornos de las cajas e ir alcanzándoselas a mi tío. Era una ardua labor pues no cualquiera podía sacar los adornos y yo desde mis 5 años pensaba que no había nadie mejor que yo para alcanzarle los adornos a mi tío, así el se cansaba menos y se concentraba más en el árbol. Sin embargo, mi curiosidad navideña me embargo, era más fuerte de lo que yo pensaba y en el momento más inesperado los pensamientos más siniestros rondaron por mi mente. Tenía en la mano las bolitas de cristal que mi abuela guardaba como un gran tesoro, eran los adornos estrella del árbol. Ahí estaba yo con mi vestidito rosado y las medias con blondas, chocando de nuevo las puntas de los zapatos de charol bajo el dilema de mi vida: ¡Qué lindas las bolitas! ¿De qué estarán hechas?

Mi mano fue más rápida que mis remordimientos y así me entere que las lindas bolitas que mi abuela colgaba en el árbol eran de cristal, y el cristal al chocarse contra el piso se hacía trizas. Ahí me quedé fascinada con la destrucción que había generado y la pregunta de mi vida ¿Cómo algo tan bello se acaba tan rápido?

1 comentario:

renzo dijo...

pero es eterno al recordarlo... creo que la proxima navidad lo esperaré con mas ansias que el anterior, gracias.