sábado, 9 de abril de 2011

Duérmete Alicia

La habitación estaba desordenada. Detestaba tener que compartir el cuarto con su hermana mayor. Volteó a verla. Seguía dormida, la bulla del despertador no podía contra el sueño de su hermana. Terminó de trenzar su cabello cada día más largo, cada día más oscuro.


No encontraba sus zapatos por ningún lado. Estaba segura que Alicia los había escondido, en medio de su desorden. Ya tenía el uniforme puesto, el cabello arreglado, la mochila lista con las tareas terminadas pero no podía salir del cuarto sin ponerse los zapatos. Si no encontraba los zapatos de charol se le iba a hacer tarde. No quería que su papá la dejara. Ir con él al colegio era mejor que ir aplastada en el bus. Miró por la ventana, el auto de papá seguía estacionado, le quedaba algo de tiempo para poder encontrar sus zapatos. Tenía que apurarse o su hermana se podía levantar. Si eso sucedía tendría que sentarse en el asiento trasero del carro. Seguro mientras ella se ponía el cinturón de seguridad escucharían los gritos de Alicia pidiendo que la esperen. Saldría con el cabello chorreando agua, con el uniforme de educación física porque su falda estaba sin planchar, con las zapatillas en las manos y su mamá corriendo detrás para alcanzarle alguna especie de sándwich preparado a último minuto. Podía verse en el carro con su hermana en el carro. El agua cayendo de su cabello por todo el asiento delantero. Se sentaría adelante, al lado de su papá y no dejaría de hablar de los chismes de su salón. Lo único que le quedaría por conversar con su papá sería “Nos vemos más tarde”.


- ¿Qué me miras?


- Eres un horror de persona, chorreas agua. Ni siquiera tienes los zapatos puestos.


- Cállate ilusa. A ti que te importa.


- Mejor te hubieras quedado dormida.


- Eso quisieras.



Entonces su papá pediría calma y que no peleen, sin defenderla. Sin permitirle sentarse adelante en lugar de Alicia.


Mientras buscaba su zapato no podía dejar de desear que Alicia se quedara dormida al menos por un día para que la dejara en paz. Lejos del desorden que trae su hermana podría ir conversando sola y tranquila con su padre en el carro. Nadie los iba a interrumpir. Si Alicia no iba con ellos ella podría sentarse adelante, al costado de su padre, incluso ante la mirada desaprobadora de su mamá. Cuando van solos en el carro suelen jugar, él le da el nombre de un país y ella debe decir la capital. En cambio, Alicia no sabe jugar porque no sabe nada de países, de libros, nada de todo aquello que su papá disfruta. Lo peor era que él siempre prefería cambiar de juego sólo para complacerla y que no se quejara. Se quedaría sentada atrás, cada vez más pequeña entre el asiento y el cinturón de seguridad mientras Alicia tomaba el lugar que ella quería.


En la oscuridad que hay debajo de la cama encontró los zapatos de charol. Estaba segura que fue Alicia quien los pateó. Se quedó sentada un rato mirando cómo los ronquidos de su hermana le inflaban el pecho. Tenía el cabello sobre el rostro y se había quedado dormida con el buzo que llevaba la noche anterior.


Su cama ya estaba tendida. La sábana estaba extendida y las almohadas ordenadas por tamaño como quien construye un castillo de naipes. No quería hacer bulla, no quería sospechas. Tomó una de las almohadas y se acercó a su hermana conteniendo la respiración. Debía apurarse y actuar justo cuando el despertador volviera a sonar. Alicia seguía dormida, sin advertir que los brazos de su hermana se acercaban cada vez más. Se aferró a la almohada, contó hasta tres y justo cuando empezó a sonar la alarma apretó con fuerza. No podía ver su rostro, así que no tendría que recordar su mirada. Sostuvo la almohada con toda su fuerza, tratando de no mirar hacia abajo. Sólo tenía que esperar que dejara de moverse. La alarma ocultó la bulla y siguió haciendo fuerza. Cuando la alarma se detuvo Alicia se quedó tranquila, muy quieta. Levantó la almohada, le cerró los ojos y la cubrió como su colcha para arropar su cuerpo. Regresó la almohada a su sitio. Cogió su maletín, tomó una manzana de la cocina y subió al auto.


- ¿Alicia?


-Se quedo dormida papi.


-Hoy no la podemos esperar, nos tenemos que ir.


- Lo sé papi, vamo ¿Quieres jugar?

1 comentario:

Ximena dijo...

Ya te lo había dicho....pero quiero repetirlo, me encantó por los motivos que te dije aquella vez....me encanta además porque retrata lo que algunos puede que piensen en momentos de cólera contenida, transformarlo en realidad en un cuento es tener talento...muy bueno :D...