domingo, 8 de julio de 2012

Poema 3

Ahora estás allá sentado con los lentes puestos
con los temibles dedos largos debajo del mentón
no sé qué esperas
Yo, aquí, tratando de no pararme e ir corriendo hacia tu
cuerpo y abrazarlo
para no levantarme, para no darte besos por los lados que
pueda
Estás allá y siempre
no sé
siempre tu lengua atascada, tus ojos que dicen lo que no
dices,
antes pensaba que nosotros estábamos en esto para siempre
porque así lo habían fijado las manos precisas del destino
pero ahora pienso que todo puede ser un frágil castillo de
barajas
y que solo espera un soplo de cualquiera de los dos para
levantar su lúgubre himno de victoria
y a nosotros solo nos quedaría mirarnos debajo del
derrumbe.
Solo nos quedaría: hubiera sido hermoso, hubiéramos podido
intentar ser alguna vez...
y por encima del tapete estrechar nuestras manos como dos
buenos amigos.
Y no sé, yo siempre había deseado tener un largo y
tormentoso amor
que recuerde cuando vieja
pero a estas alturas creo que nada de eso existe y si existió
nadie me lo puso en el camino
quizá lo único que quede sea darnos la mano
y olvidarnos para siempre de las sábanas, del olor, de los
mordiscos
olvidarnos por fin de todo de una buena vez,
a mí me dejarás una marca en el hombro
y esta extraña sensación de desamor
de que alguna vez hubiéramos
y siempre las ganas de desnudarnos y tocarnos debajo de las
sábanas
y siempre el olor de las tostadas, del jazmín, las aceitunas
te quiero a pesar de tus malditas maneras de mirarme por
encima de la mesa
pero ahora me da rabia que estés allá como ignorando la
batalla que yo lucho
¿realmente existe el amor? – le pregunto
y él solo pone su casaca en la percha, alista la cama, repasa el
ambiente.


En: Ese oficio no me gusta. Rocío Silva Santisteban. Lima: Ediciones Copé, 1987.

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