martes, 29 de diciembre de 2009

Después de las doce

La última entrada del año 2009. Feliz Año Nuevo!

Todo tiene cosas buenas y cosas malas pensó aquella niña del vestido azul, como si sacada de un poema se pusiera al lado de una lámpara, ella no era ni ágil ni risueña. Aquella niña sólo era en el mundo y era de acuerdo a lo que había vivido. El año se acababa y con el dejaba atrás cosas buenas y cosas malas. Se sentó al pie de aquella lámpara a mirar sus zapatos y en el brillo del charol pudo ver sus ojos.

El año se estaba acabando, afuera la fiesta de su madre con risas y sonrisas, champagne y las uvas 12, 24, 36, eran millones de uvas que todos comerían llamando a la suerte, creyendo que todo sería mejor por comer aquellos frutos. Sus ojos seguía en el charol, ella veía lo que fue. Era un año bueno el que se dejaba pensó, apagó la luz de la lámpara y escogió a los fuegos artificiales como su nueva iluminación. Sus hermanos le decían que dejará de ser una niña, que pronto tendría que crecer, cómo ellos, era inevitable, algún día sería un adulto y sería como esos a los que mira y sonríe, cómo aquellos que le dan una palmada en la espalda por ser niña, como si no pensará como si no sintiera.

El año que comenzaba iba a ser el momento en que ella se convirtiera en adulto, no quería pero debía por eso trató de conservar los mejores recuerdos de su actual mundo. La luces verdes y rojas destellaban en el cielo cuando su madre entró a la habitación donde ella se escondía y la abrazo tan fuerte que la vincha que llevaba puesta se salió de su sitio, tuvo que apoyarse en la pared para que el abrazo de su madre no la hiciera caer al piso. Ya había champagne en su organismo, ya tenía en sus ojos la misma melancolía que la seguía en la vida, solo que ahora acentuada por la euforia de sus invitados. A diferencia de otros días hoy no tomaría sus pastillas para dormir, no las tomaría hasta que el último invitado se vaya. Su padre se asomo a la puerta y le hizo un gesto extraño con la mano, un amago de saludo. Ella sabía que esa era una muestra de afecto extrema viniendo de él. Lo dejó seguir su camino con el vaso de whisky y su amante que seguro también estaba entre los invitados, tratando de buscar el momento para estar a solas. No importaba, a ella le quedaba el cuarto, su vestido azul y los zapatos de charol. Su madre cerró la puerta y sus ojos se alejaron de su propio reflejo para posarse en la calle donde sus vecinos celebraban, algunos niños jugaban en la calle con luces de bengala y ella sintió de nuevo lo mismo que hace un momento, su vida de niña se iba, estaba segura que iba a ser ese año y no quería olvidar nada.

No podía olvidar que a veces quieres a alguien pero esa persona puede ser completamente indiferente. No podía olvidar que había gente que te trata mal sin importar como te puedas sentir después. Que hay gente con sonrisas que pueden alegrar hasta el más gris de los días, no importa si su sonrisa preferida se cambio de colegio o atravesó el continente, seguirán siendo su compañía antes los malvados, los que son iguales a los cuentos que su nana le contaba. Malos como el Minotauro o como los enemigos de Ulises en la Odisea. Volvió a ver sus ojos reflejados en la ventana mientras sus vecinos, aquella pareja de recién casados que se mudo hace 2 meses, salían felices y besándose, listos para una fiesta en su primer año nuevo como casados. Estaban felices, seguro porque aún se aman, porque es un hecho que el llega temprano a casa y ella le tiene la cena lista con velas en la mesa y un bello vestido.

La niña suspiro y espero que aquella alegría les durara por lo menos todo el año que venía. Los vio subirse al auto e irse y luego volvió a ver sus ojos en el reflejo de la luna, esta vez estaban borrosos y cristalinos, sintió un fresco rocío en su mejilla. Eran las primeras lágrimas del nuevo año, no sabe bien si es por pena o alegría o porque simplemente es su manera de empezar el año. Recordó sus regalos de navidad y se alegró, recordó las trufas que le había regalo su amiga secreta en el colegio y lo deliciosas que estaban. A su mente vino la imagen del puré de manzana de su abuela y como a pesar que detestaba comer era un manjar que ni loca iba a perdérselo. Entonces si un año más venía también venia un año más para su abuela y el rocío en su rostro reció porque no quería que los años pasen para ella o para cualquiera en su familia. Cerró los ojos fuerte tan fuerte que las lágrimas hicieron una laguna dentro de ellos. No los abrió para no llorar, en cambio recordó lo mejor del año. La primera vez que leyó Breakfast at Tiffany’s, la visita a la presentación de Dalí con su padre, quien por un día se armó de paciencia y buen humor. No todo había sido malo, había llorado por gente que ahora que lo piensa tal vez ni si quiera valió la pena pero le había servido para aprender, porque eso no se aprende en una lección de la escuela. Se acordó de aquella canción que escuchó en uno de los Cd’s de su abuelo, aquellos que su madre odiaba…solo cantó Desde lejos se las ve, sentadas en la arena lavando ropa en el río. Pueblo puro en ademan, con la carga en la cabeza vienen cantando y se va..

Siempre le gusto esa canción, era casi perfecta y como amaba su abuelo aquella sencilla canción de las Lavanderas del río chico. Entonces recordó su voz antes de su muerte, ella lo besó en la frente y lo abrazó. Ahí con los últimos suspiros de vida le tomo la mano y le dijo “eres niña pero recuerda que tu tienes muchas cosas, debes preocuparte ahora por que haya justicia por los que no tienen nada”. No era un recuerdo triste, era un excelente recuerdo. Siguió y se acordó a los conciertos que vivió a través de sus hermanos mayores, de la música y lo mucho que había entendido que no importa por cuánto tiempo se conoce a alguien sino que tanto se le conoce en verdad. Su madre volvió a entrar, le pidió que comiera uvas o que sacará las maletas para que salgan a correr juntas, tal vez en ese nuevo año se vayan a Disney. Su vestido azul le decía que en tal caso los más emocionados serían sus hermanos, ella prefería ir a Paris con su mamá para comer croissant y perderse en los museos.

Su madre le limpió las lágrimas del rostro y le pidió que sonriera para ella. Era imposible negárselo porque era como negarse a crecer. Ella nunca entendió si fueron sus lágrimas o su intento de sonrisa o si fue su abrazo nervioso pero su mamá supo que el miedo por el año que venía era grande porque le iba a tocar crecer más que en otros años, en un mundo que había descubierto recién donde había gente que hiere y gente que sonríe, con canciones que nos llevan en el tiempo. Tenía miedo de crecer y olvidarse de los que estuvieron antes que ella o peor aún de los que aún necesitan de ella. La niña del vestido azul entendió que hay cosas que no cambian, podría cambiar su cuerpo o su familia, podría cambiar su vestido o la gente que la rodea, pero ella no iba a cambiar o al menos iba a ir despacio y en el año que ya había comenzado se había propuesto no dejar de lado todo en lo que había creído. Nada sería ni fácil ni tranquilo pero siempre podría regresar junto a su lámpara favorita a darse una pausa y ver la vida pasar hasta que encontrara de nuevo su rumbo. Ya no iba a buscar, solo iba a seguir y a ver qué es lo que encontraba.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Feliz Navidad Astrid

La Navidad es compartir y hoy en primer lugar debo compartir con Astrid este video. Un regalo super especial para ella, que este año por primera vez en su historia y sus cortos 21 años, estará pasando Navidad sólo un poquito lejos de su casa por allá en España. Sin embargo, ella sabe que desde todos los lugares donde esté alguno de sus amigos ella estará presente.

Me voy no sin antes decirle a Marisella que gracias por la ayuda musical y fotográfica. También gracias a los que perseguí durante días.

FELIZ NAVIDAD ASTRID! te queremos mucho

Sugerencia: Ampliar el video a pantalla completa!


martes, 22 de diciembre de 2009

Cortos, un pequeño regalo de navidad

No soy muy aficionada a los cortometrajes pero estos dos son especialmente bonitos. Disfrutenlos, por Navidad un pequeño regalo para los que entran al blog.

El 24 habrán algunas sorpresas para algunos. Esperen y las verán.

SCHNECKENTRAUM



SINGS



See you!

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Alina no sabía abrazar

Te vi los ojos hinchados y las mejillas saladas. Me aburrí de verte cubierta con la frazada, me harte de ver que devoraras chocolates como una desquiciada. Me acerqué y vi tus ojos aún más hinchados y quise llorar. Iba a llorar porque no podía ver triste a quien siempre me había dado alegría y lloraría al recordad que yo lloré por alguien que no valió la pena.

Todas las cortinas estaba cerradas y tú tenías el mismo piyama desde hace 3 días. Yo había salido, había comprado, había besado y había ido a comer y durante todo ese tiempo tenía de fondo tus sollozos que me daban pena, me daban recuerdos y como sabía que íbamos a terminar llorando todas las personas que vivíamos en aquel departamento de la calle Central, es por eso que decidí entrar.

Eras pequeña, eras una niña entre las frazadas y el piyama de cuadros. Me viste con tus ojos hinchados y yo te vi a través de los lentes y supe que si no te casaba terminaría en esa habitación contigo llorando. Me rehusé a ver como la vida se complicaba contigo y te saqué. La luz era fuerte porque era primavera y la neblina del invierno ya no te cobijaba. Me rehusé a ver cómo es que tu, como yo alguna vez en uno de los días de mi vida, llorabas por las cosas que no podías controlar. Decidí dejar de atragantarme la comida y luego vomitar, decidí que iba a hacer que tu dejarás de llorar. Luego de la ducha y un tazón de cereales, me miraste con los ojos menos hinchados pero igual de tristes y me pediste un vaso de agua. Vimos salir a Sandra de su cuarto y volver a entrar luego de recoger su ropa de la lavandería. Vimos a las mismas palomas de siempre ensuciar el balcón de la vecina y decidimos que no nos podíamos quedar en el departamento, porque tú ibas a llorar y yo iba a comer y vomitar.

Salimos y no supimos donde ir, porque la vida era complicada o tal vez porque después de mucho tiempo salíamos juntas otra vez, como antes, como en el colegio cuando amábamos sentarnos en las escaleras del museo con los uniformes verdes y los maletines. Nos sentábamos a planificar nuestras perfectas vidas y nuestros grandes romances al estilo Hollywood. Sólo Dios sabe que éramos unas niñas ilusas. Aún somos unas niñas ilusas, sólo que ahora ya no vivimos con papá, tenemos trabajos y relaciones más complicadas.

Nos fuimos a sentar frente a aquel cartel de Rainbow que veíamos cuando éramos unas niñas, cuando la movilidad pasaba para dejarme en casa. Yo tenía un café y tú un té. No hablamos, seguramente para esperar que tus ojos se deshincharan, para esperar a que yo pueda digerir lo poco que desayuné. Después de ese tiempo esperaba que me pudieras decir exactamente cómo es que te sentías y yo poder explicarte que es lo que pensaba. Cuando pudiste hablar ya no había ni te ni café, estábamos con el cartel de Rainbow y una sonrisa estúpida en mi rostro que buscaba darte un poco de apoyo. Me imagino que todo el trámite hubiera sido más fácil si estuviera acostumbrada a abrazar a la gente, pero no sé exactamente cómo hacerlo. Te levantaste y te pusiste a caminar calle abajo camino hacia al malecón, porque amas la brisa marina, crees que te cura el alma y aunque empeore el asma a veces es un destino irresistible sobre todo cuando se estas triste. Sentada en la arena estabas más tranquila, tus ojos ya no brillaban como cristales y yo por fin podía respirar u poco más en paz sin pensar en las estúpidas calorías que tenía aquel tazón de cereales o en lo chocolates que te comiste, uno tras otro.

- Alina, dime la verdad.
- Qué es lo que quieres saber.
- ¿Cuándo se me va a pasar?
- No sé, no sé si a mí se me ha pasado.
- Pero ya no lloras. Has seguido tu vida.
- No es que se te va a pasar la pena o los recuerdos, sino que aprendes a seguir con ellos…
- ¿Cómo voy a hacer eso…? Ali, es como si el mundo se acabara…
- El mundo siempre se te acaba…

El mundo se acaba en cada segundo que respiramos, era lo que recordaba de una de mis clases de filosofía donde no podía prestar atención sino que me perdía entre las hojas de las lecturas que llevábamos. Creo que era el tal Heidegger quien dijo eso o sería alguno de aquellos autores que se perdían en la nebulosa de sus pensamientos y en las abstracciones del mundo. Era seguro que a ellos también los habían dejado, tal vez habían amado y los habían dejado o quizás ellos fueron los que dejaron llorando a alguien. Eso ya no importa, uno llora porque quiere y porque quiere es que algún día tiene que parar. Eso fue lo que te dije en esos momentos, lo recuerdo porque de repente tus ojos se llenaron de agua y algo en mis brazos permitió que te diera un abrazo sincero, como aquellos que a uno le dan cuando es una niña y se cae, como aquellos que me daba mi mamá cuando me hería las rodillas en cada caída.

Tu lloraste, pero sabías que las cosas iban a mejorar, lo sé porque cuando llegamos a la casa ya no te comiste ni un solo chocolate y volviste a vestir con todo aquel glamour que siempre tuviste. Seguiste y seguramente te diste cuenta que la única manera de crecer era chocándote de vez en cuando, pero de las vivencias complicadas uno saca el coraje y crece. Regresamos al departamento y preparaste el almuerzo, viste tele y hasta reíste con aquel capítulo de Friends que repiten en el canal 17. Te reíste tanto y tan fuerte que al menos me quedé tranquila, me quedó la certeza que habías aprendido a que no importa lo lejos que estemos siempre podrás tocar mi puerta. Reíste tanto que ahora llorabas al ver lo absurdo de las comedias americanas. La colcha ya no te traía malos recuerdos, sino que de ellos recuperaste lo mejor para alimentar tu ser, reíste tanto y tan fuerte que despertaste a Sandra, que salió a quejarse pero no pudo con su asombro cuando se lo dijiste, cuando le contaste porque es que ya no llorabas sino que reías y aunque ella le pareciera que era una cosa de locos reír del mismo capítulo visto más de 10 veces, entendió que así como no importaba lo rápido que hayas ido o lo fuerte que te hayas golpeado, ya habías aprendido a levantarte. La sorprendiste porque no lo espero de ti y menos espero que la salida a todo aquello haya sido un paseo por un cartel de Rainbow, un tazón de cereales y mi propio logro.

- Alina aprendió a abrazar.
- ¿Qué?
- Así es Sandra, cierra la boca, es cierto.
- ¿Alina…?
- Es cierto. Sandra en verdad cierra la boca.
- Así es, Alina aprendió a abrazar y yo a levantarme y no llorar.
- ¿Ahora eres fuerte?
- No, sólo aprendí a pelear por lo que quiero y quiero dejar de llorar.
- .... y además Alina aprendio a abrazar.
-¿ Genial no S?
- Si creo que si.


jueves, 10 de diciembre de 2009

Tina y Betina – Christmas is coming

B: Rudolph, the red-nosed reindeer
T: had a very shiny nose.
B: And if you ever saw him
T & B: you would even say it glows
B: Ah pero que lindo cantamos.
T: Bueno, en verdad yo canto mejor.
B: Jum!

Vocecitas: Hey tu ¿Ya sabes que me vas a regalar? / Pero por supuesto, ya lo he envuelto y esta escondido para que no le encuentres/ Uhmm qué será / ¿Ya tienes mi regalo?, claro…que aún no/ jum!

T: No te preocupes T. Si puedo te regalo una voz nueva.
B: Gracias...siempre tan dulce.
T: Eso sí, pórtate bien y ….demonios ahí viene Lulú.
L: Pasteleeeeeeeeeeeeeeeeees.
T & B: Ola!
L: ¿Ya terminaron finales?

Vocecitas: Agáchate, tal vez si no nos ve no nos golpee.

T: Claro.
L: Chanconas.
B: Heyyyyyy!
L: ¿Qué?
B: No nada, no dije nada.

Vocecitas: Lo mejor es que sonrían, asienten y retrocedan lentamente.

L: ¿Estaban cantando, no?
T: Si.
L: Sigan
B: No lo sé, mejor ya no…
L: S I G A N

B & T & Vocecitas: All of the other reindeer / used to laugh and call him names / They never let poor Rudolph / join in any reindeer games / Then one foggy Christmas Eve / Santa came to say: "Rudolph with your nose so bright, won't you guide my sleigh tonight?"

viernes, 4 de diciembre de 2009

Carta 5 – Para que busques un retorno

Para nadie más que tu:

Yo empecé a buscar un retorno no recuerdo cuando, pero sí recuerdo por qué. Es muy probable que naciera y comenzara por la senda en busca de mi regreso. Es casi seguro que ahora busco ir de vuelta a aquel vientre sangrante de esa mujer que desfalleció para darme vida, un retorno que aún no termino y lloro porque queda lejos. ¿Tan lejos queda la vida que no la podremos alcanzar?

Crecí y me dijeron que tenía que hacer mi futuro, pero luego de un tiempo me di cuenta que no bastaba con mirar hacia adelante, tenía un pasado y tenía que conocerlo. Había un mundo que me llamaba y al cual pertenecía. No sé si lo llegue a conocer. Tampoco tengo claro si cuando siento la lluvia en mi rostro estoy más cerca o sólo me enjuaga de su presencia.

Cuando comenzó todo iba bien, hasta que te cruzaste, ahora te veo y lloro más. Te veo enceguecida, te veo soberbia y carente de cariño para el mundo que te rodea. Te veo en un trono. Desde ahí nos observas y nos crees plebeyos. Nos ves menos por estar más cerca a la vida en lugar de dominarla. Te veo y no lo creo, pienso en mi retorno a aquella vida de la cual te alejas y me doy cuenta que tu también deberías regresar.

Te pedí a gritos que regreses y encuentres lo que de verdad quieres, regresa conmigo a ver que encontramos en el camino. Lo grité y no quisiste escuchar, así que antes de irme te escribo por última vez para ver si algún día decides encontrar tu propio retorno. No me queda más que seguir sola, que andar por una senda que me da miedo, porque no sé que voy a encontrar, porque me puedo quedar sola o caer. Te miro, pero ya no te interesa saber a dónde voy, ruego porque te importe, rezo por una última mirada, pero si no quieres buscar tu retorno yo sólo puedo darte un beso en la frente y dejarte. Porque no puedo retrasarme más, no puedo seguir en una ilusión de vida. Llegó mi tiempo, y en estos pocos días, meses o años que me quedan debo encontrar lo que soy, cómo es que soy y si algún día hallo una respuesta, entonces habré conseguido más de lo que esperaba.

Tengo la certeza que cuando leas esta carta te encogerás de hombros, recordaras algún momento bonito te repetirás a ti misma que no vale la pena y cuando acabes de leerla la doblarás y la pondrás en aquel baúl de la sala. El mismo baúl donde decidiste guarda tu infancia y nuestro cariño. La guardarás ahí porque no te puedes deshacer de lo que tu pasado te enseña, pero como no quieres ver, ni oír, ni sentir lo encierras con la esperanza de no tener nada más que te pida que regreses en tus pasos para recordar quien eras.

Si, dije que tenía miedo, pero igual me voy. Si me ves, espero que me saludes y si yo te veo espero poder darte tal vez un cuento más, antes que deje de escribir para dedicarme única y exclusivamente a vivir en aquello más allá a la vida misma.

Con cariño,

B, quien no se ha resignado.