- No puedo dormir
- Siempre tienes problemas para dormir.
- Si ya lo sé.
- Tómate una pastilla.
- Es muy tarde si la tomo ahora mañana estaré como zombie en clases.
- Eso es mejor que estar completamente despierta.
Celeste de vez en cuando tenía problemas para dormir. Podía contar ovejas, hacer listas de pendientes, podía recordar los nombres de todas sus primas o repasar en orden cronológico todas las canciones de los Beatles. Celeste intentaba hacer de todo pero cuando le tocaba el día en que no podía dormir simplemente su mente no se desconectaba de la realidad, su pensamiento seguía en lo último que le había sucedido y la anclaba en la tierra sin permitirle si quiera cerrar los ojos. Al día siguiente todo el mundo seguiría su rumbo. El colegio seguiría con sus mismas exigencias. Las chicas de su clase empezarían a gritar cuando una avispa entrará por la ventana y Leonor se iría a la enfermería fingiendo un dolor de cabeza para librarse de la clase de educación física. El mundo seguía sin importarle si ella durmió o no.
- ¿Por qué estás despierta Leonor?
- Ah bueno, cené demasiado porque mi mamá y su esposo se pelearon de nuevo.
- Y… ¿Qué pasó con la cena?
- Bueno, felizmente ya no se encuentra en mi organismo.
- ¡Leonor ¡ En serio, ya basta
- Algún día, no te preocupes.
- Leonor, creo debes parar.
- Puede ser Celeste, yo creo que debes dormir.
Leonor también sabía que al día siguiente la vida continuaría. Su madre seguro para sobreponerse a la pelea que había tenido seguro se tomó 3 Alprazolan. Al día siguiente seguro se iba a despertar como a las 12 del mediodía, le pediría a la empleada un café cargado y evitaría la luz con sus grandes lentes de sol. Era un hecho que cuando Leonor llegará de la escuela su madre no estaría. Para no seguir ingirieron Alprazolan se iría de compras. Compras compulsivas de cosas para la casa. Compraría cuadros, portarretratos, floreros, cubrecamas, se compraría ropa. Compraría todo para llenar el vacío que ella tenía, vacío que en verdad sólo se encontraba en su mente. El culpable no era del todo del esposo de su mamá, pero de cierto modo tampoco era tan inocente. Tenía que quererla mucho, para Leonor ese era el motivo por lo que seguía al lado de ella, no era una mala persona. Era gracioso, Leonor siempre quiso compartir más tiempo con él, pero más allá de la cena y los domingos era casi imposible porque casi todo el tiempo estaba trabajando o tratando de complacer todos los caprichos de la mamá de Leonor, quien sólo quería la “perfección”.
Leonor tampoco dormía porque sentía que había comido demasiado, más de lo que cualquier estómago puede soportar y ahora que al fin se deshizo de todo lo que comió, empezó a sentir que no debió hacerlo, como siempre, pero era demasiado tarde para tratar de arreglarlo.
- Deberíamos estar durmiendo en lugar de hablar por teléfono.
- Si, deberíamos... eso es cierto Leonor.
- Bueno, trataré tomando un té. Algo caliente debería funcionar.
- Un libro, si no duermo al menos ocupo mi mente.
- ¿Por qué no estás durmiendo esta noche?
- Debe ser por culpa de mi papá.
- Bueno en verdad no sé que es peor Celeste que los padres se peleen entre sí o que se peleen con uno.
- Al menos en tu casa no se pelean contigo Leonor.
- Eso es cierto, porque apenas saben que estoy.
Leonor había entendido que cuando había peleas en su casa, su madre se encerraría y tomaría algo para dormir, sabía que el esposo de su madre se iría más temprano al trabajo, en las noches llegaría a casa con algún obsequio. Este ejercicio se repetiría por días hasta que al fin su mamá se dignará a hablarle de nuevo, todo volvería a la normalidad hasta la siguiente pelea. Al igual que Leonor, Celeste comprendió que su caso era diferente. Sus padres tenían una buena relación su mamá vivía para su esposo, sus casa, sus hijas. Ella había crecido con la idea de tener hijos, una familia feliz y una casa ordenada, ese fue su sueño desde que jugaba con muñecas. Sus padres no se peleaban porque para su madre siempre le daba la razón y cuando no estaba de acuerdo arreglaba las cosas por lo bajo para que el siga pensando que tiene la razón y las cosas se hacen sólo como él las indica. Sus hermanas eran perfectas, jamás le daban la contra porque para el resto de la familia él era el eje de todo. Celeste, era la excepción de esa casa. Bastaba con que uno diga azul y el otro negro, entonces el caos se armaba. Su padre no concebía que alguien piense diferente. Para él era impensable que una mujer no necesite de un hombre. Para el papá de Celeste era casi una decepción que la menor de sus hijas no fuera como su esposa, no fuera con sus hijas mayores. No entendía porque tenía que pagar un psicoanalista para aquella niña, no entendía porque prefería sus libros a salir con sus amigas, no entendía porque se rehusaba a manejar un auto y se aferraba a su bicicleta. No entendía y no quería entender porque para él todo estaba mal, su hija sólo tenía como solución que cambien, como si algo fallara en ella.
- ¿Qué vas a leer?
- Bueno una de mis hermanas me regalo el poemario de Heraud y tengo pendiente terminar Los Miserables.
- ¿Otra vez Celeste?
- Si bueno, es que me gusta.
- Algo de música te iría bien, fácil así te duermes.
- Creo que el sueño me llegará mañana en medio de la clase de química.
- Bueno nos podemos sentar atrás para que duermas.
- Buena idea.
“Cuz if you’re happy in your head tan solitude is blessed and alone is okay”. Leonor no sabía donde lo había escuchado. ¿Celeste? Si, ella si sabía de dónde había salido esa frase. Su inusual compañero de carpeta. El tampoco encajaba mucho en clase, no encajaba porque no quería, porque se rehusaba a encajar para sentirse mejor, como si no fuera parte de nada. Según lo que explicaba estar solo lo hacía entender mejor a la gente, siempre le decía a Celeste “Tu Celeste Azul las quieres matar porque se ríen de tu nombre y porque no entienden que los libros son para leerlos e imaginar, yo las quería matar, ahora han dejado de existir, todos los chicos de la clase han dejado de existir menos tu y Leonor... eso lo vi desde mi espacio”
- ¿Leonor crees que tenga razón?
- Yo pienso que como nunca esta vez sí tiene razón.
- Me mata el sueño… me mata no poder dormir.
- A mí me mata comer Celeste.
- Bueno, como mi mamá siempre dice lo que no mata engorda.
- A mi nada me mata, a mí de frente me engorda.
- Chau, llega temprano mañana.
- Ok, trataré de no demorarme, espérame Celeste.
- Lleva impermeable.
- ¿Por qué?
- Porque puede llover.
Leonor dejó el teléfono y bajó las escaleras sin el menor cuidado de hacer bulla, su madre no podría sentir nada por el efecto de las pastillas y su esposo seguro estaba en su estudio trabajando. Pasó y lo vio, le dio una de las pocas sonrisas que ella tenía reservadas en la vida y fue por una taza de té y tal vez el pie de manzana que había quedado en el horno. Tal vez una, dos, tres tajadas o tal vez y sólo porque Celeste se lo recuerda siempre, una sola tajada.
Celeste dejó el teléfono en el velador y luego de un momento al fin decidió irse por el poemario de Heraud. Se echó con la cabeza hacia los pies de la cama, prendió la lámpara y empezó a leer, estaba segura que en un momento su papá entraría y le diría que duerma que no son horas para leer, felizmente aquella madrugada nadie le dijo nada. Al día siguiente se fue muerta de sueño a clases y como le dijo a Leonor, se quedó dormida en la clase de química.
- ¿Cómo sabías que iba a llover?
- Porque lo sé todo.