jueves, 27 de enero de 2011

Celeste cuéntame un cuento

- ¿Qué hacia tu mamá contigo cuando eras pequeña?

- Me dejaba con la nana mientras ella se divorciaba de mi papá.

- Oh ¡qué linda!

- Ehmm si bueno, que te puedo decir G.

- ¿Celeste?

- ¿Qué?

- ¿Tú qué hacías Celeste/Azul?

- Mi mamá me daba un libro así me distraía y no la molestaba. Con ella tenía todo el tiempo para dedicarse a la familia que realmente quería, pero bueno al menos siempre me dio buenos libros.

- Veo que son bien lindas sus madres.

- G, en serio deja de decir madres, esa palabra me desespera.

- Lo siento Leonor.

- Bueno ¿Y tú qué hacías con tu mamá para entretenerte o socializar?

- Mi mamá siempre me contaba cuentos.

- Ya no te los cuenta, porque creciste?

- No, porque mi mamá murió hace 3 años.

- Oh! Lo siento. Disculpa por la pregunta

- No te preocupes Celeste, no me molesta que me pregunten por ella.

- Si ya bueno todo muy sentimental pero cuéntanos algo de lo que ella te contaba.

- Ella tenía un libro de cuentos ¿Leonor acaso a ti no te contaba cuentos?

- No, pero me daban pastillas. La que sí cuenta cuentos es Celeste.

- ¿En verdad?

- Sí, pero no te pienso contar ni un solo cuento.

G creo que en el fondo no estaba en tantos conflictos mentales como a veces pensaba, es más creo que es el más cuerdo de todo el salón. A pesar del desastre que lleva en la cabeza como su cabello y la falta de respuesta ante las molestas palabras del resto del salón, G resultó siendo más normal que todos nosotros junto con su frase escudo “Los que han sido perdedores en el colegio son exitosos en la vida”. Creo que se refería a sus indiscutibles buenas notas a pesar de sus grandes distracciones, pero incluso bajo esa circunstancia era poco probable poder asegurar que por su falta de popularidad en el colegio le iría mejor en el resto de su vida.

G era extremadamente delgado, realmente se le veía incluso débil, tenía el cabello corto y usaba lentes de contacto para no tapar sus ojeras. No importaba si dormía bien, mucho o poco, no era una cuestión de cansancio, siempre tenía grandes ojeras lo que le daba una imagen un poco más misteriosa de lo que debía ser. A veces se le veía incluso un poco muerto y regularmente era como si el color pálido de su piel hiciera que se viera más cansado. G se sentaba al lado de Celeste y Leonor, eran las únicas que lo ignorábamos o no lo molestábamos (de acuerdo al ánimo del día o de la cantidad de preguntas que hiciera ese día). Al principio a Leonor le daba miedo porque decía que parecía como si estuviera muerto, aunque de ahí le comenzó a hablar gracias a “su gran estilo para vestir” según L. Según Celeste su voz en las mañanas podía llegar a ser un poco perturbadora, su risa era un karma en mi nuca pero el volumen de su Ipod era perfecto para su mal humor de las primeras horas de clase, sobre todo porque ya sabía que el día comenzaba bien si ponía cada vez que me sentaba en la carpeta Hey Soul Sister.

Todo el resto del día estuvo pidiendo que Celeste le contará un cuento.

- Es bien fácil volteas le dices un cuento y se queda feliz. Por favor Celeste.

- Leonor, no es que abra la boca y brote el cuento, eso lo sabes.

- Pero, míralo ¿No te da pena?

- Pena me va a dar si acaba esta estúpida clase de biología y no entiendo nada.

- Yo te explico.

- ¿En serio?

- Sistema digestivo, por favor esa es mi área.

- Igual, ahora no le voy a contar nada.

- Celeste, en serio nos va a perseguir todo el día.

- Eso te pasa Leonor por decirle que yo contaba cuentos.

- Es viernes, hoy toca helado de lúcuma.

- No creo que nos siga a la heladería, además a él lo vienen a recoger.

Como Leonor lo había previsto, G no las dejó en paz durante todo el día porque lo que quería era nuevamente escuchar de la voz de alguien que le relate un cuento, cómo cuando era un niño y su madre le contaba cuentos antes de irse a dormir. Celeste trataba de no pensar en ello, se concentró en la clase y en la esperanza de que pronto sonaría el timbre que la llevaría directamente a la salida. Ella quería su helado de lúcuma y olvidarse del acoso constante de G que iba desde la dulzura de algunas de sus palabras hasta el instinto asesino de querer lanzarle la cartuchera entera en la cara. Leonor por otro lado se sentía culpable porque ahora G pasaría el resto del día acosándolas con tal de conseguir de Celeste Azul (cómo él solía llamarla) una historia. Leonor sentía que tenía la culpa por alimentar las ilusiones de G y al mismo tiempo sentía que era culpable del tormento que ahora Celeste y ella tendrían que pasar. Ni si quiera sabía qué clase de cuento quería escuchar, estaba segura que si se trataba de un cuento como La Sirenita o Caperucita Roja ella misma podría contárselo, pero ni ella misma creía que ese era el tipo de cuento que él esperaba.

Todo el resto de las clase se la pasó pidiéndole una pequeña historia a Celeste que optó incluso por hacer los ejercicios de matemáticas en la pizarra con tal de no oírlo pidiendo una y otra vez un cuento. En el recreo por más que quisieron huir él sabía dónde encontrarlas. Como todos los días se refugiaron en las escaleras del auditorio lejos del sol del día, lejos de la bulla de los niños jugando y lejos de las voces de sus compañeras de clase. Cuando ellas llegaron él ya estaba ahí, si bien no dijo ni una sola palabra no le quitó los ojos de encima a Celeste. Su mirada constante terminaba incomodándola más que su voz. Ella no estaba acostumbrada a que la mirarán, en su casa no la miraban porque todos estaban muy ocupados o simplemente no encontraban nada interesante en ella. Tanta atención sobre su ligero cuerpo y su larga cabellera empezaba a sacarla de quicio. A la salida la situación ya era insostenible y los peores temores de Celeste podían convertirse en realidad ¿Qué pasa si él las sigue hasta la heladería? Los helados de los viernes eran un ritual que Leonor y Celeste cumplían desde que entraron al colegio y nadie ni nada han podido quitarles esta costumbre, no podía dejar que G fuera y se sentará ahí sin quitarle los ojos de encima. Entonces se acercó a G, aprovechando que Leonor tenía que pasar por a dejar un trabajo antes de salir del colegio, le tomo la mano con fuerza y le dijo:

Presta atención G: Estoy feliz porque crecimos y me llevo lo mejor de todo esto conmigo, me contaron que debía ser honesta contigo. Puede que esto no sea lo que quiero pero no puedo caminar en la soledad por siempre. Hay cosas que no queremos que pasen pero igual las aceptamos, cosas que no queremos saber pero igual las aprendemos y gente con la que te cruzas y no la puedes dejar. Ese es tu cuento y el mío.

Celeste y sus pequeñas ballerinas de charol chocaron los talones y antes que G pueda darse cuenta le dio un pequeño beso en la comisura de los labios pero antes que hubiera alguna otra palabra ella ya estaba camino a su bicicleta. Dejó la mochila en la cesta que iba a delante y comenzó a pedalear incluso sin esperar a Leonor que llegaba corriendo, no volteó y sólo se detuvo cuando vio a Leonor al lado de G. Leonor se detuvo delante de G sólo para ver su desconcierto en el rostro, le dio una palmada en el hombro y le dijo:

Creo que nunca te va a contar la historia ¿no? Pero no te deprimas G, no cuenta cuentos así nomás, ya sabes cómo es Celeste. Un favor, no nos sigas a la heladería, es viernes ¿Recuerdas? Chau, nos vemos el lunes.



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