miércoles, 16 de marzo de 2011

La letra entre las páginas

Ayer, ante la corriente fría que entraba por la ventana del salón recordé el por qué de mi elección. Recordé una de las razones mágicas por las que estudio Literatura. Razón que a veces olvido, me reprocho ahora por tal terrible error pues si pierdo esta esencia casi elemental y muchas veces primaria en sus instintos, entonces olvidaré la razón de mis noches de desvelo pasando hoja tras hoja en un afán casi desesperado porque aquellas palabras que leo sean mías y reales.

Ayer ante las palabras de un profesor recordé las de mi madre cuando apenas comenzaba a leer. Ella siempre me dijo que la literatura era mágica porque nos hacía vivir lo mismo que los personajes, porque los hace reales y aquellas palabras sobre el papel nos dejan sentir como es que el personaje saborea aquel delicioso manjar o como el miedo lo atrapa de la nada ante la presencia de un ser del otro mundo. Nos lleva de aventuras y nos deja ser lo que nuestra imaginación nos permita a tal punto que uno llega a ser uno con la historia que nos quiere contar. Además de ser mágica por transportarnos a mundos excepcionales, también es mágica porque despierta nuestros sentidos transportando nuestros recuerdos al instante en que leímos o oímos por primera vez las palabras de algún autor.

El día de ayer me sucedió lo mismo y cuando de la nada me preguntaron en clase cual era el comienzo que más recordaba, volví a los 5 años cuando mamá me hablaba de Cien años de Soledad y como ella no se cansaba de repetir el comienzo, hasta que no lo leí, entonces entendí lo maravilloso de los libros… los dejo con este mágico inicio que lo es todo porque hace que nos preguntemos de todo.

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”.

Todos tenemos un inicio favorito, porque todos nos recuerdan algún momento ¿Cuál es su inicio favorito?

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