sábado, 28 de mayo de 2011

Por Memoria y Dignidad

El 26 de mayo el estimulo que movió a los peruanos para caminar para defender nuestro país superó a los miles que estuvimos en las calles. Se dice que fuimos 6 mil y las cifras van en aumento. La cifra es alta, no la sé con certeza, pero cuadra tras cuadra del Centro de Lima se llenaron de un mar de gente que pedía por Justicia, Dignidad y Memoria.

Hoy les escribo como joven, estudiante, mujer y peruana. Estar en la Marcha del 26 de mayo, convocada por la Coordinadora de Derechos Humanos y el colectivo NO Keiko, me ha llenado de aquella esperanza que menguaba en estos últimos días. Recordamos que un país que olvida está condenado a repetir su historia.

Como joven me alegra y me emociona ver como miles de jóvenes salieron a las calles con libertad y con orgullo a pedir a todos los ciudadanos que recuerden. Pedimos por un país que no sea indiferente ante la impunidad, una ciudadanía que reclama, Mientras más se le exige al gobierno este tendrá más respeto, orden y transparencia. Se pidió por el recuerdo de la sangre derramada de miles de jóvenes y por aquellos que han sido olvidados durante el gobierno de Alberto Fujimori. Se hablaba de una generación X, se decía que ahora ya no había esa inquietud en la juventud. Esta marcha demostró que estamos dispuestos a velar por la democracia y la libertad en el país.

Como estudiante de la Universidad Católica debo decir que siento orgullo porque fuimos más de 600. Sin contar a todos aquellos que por responsabilidades académicas o laborales no pudieron asistir, sin embargo estuvieron acompañando en la preparación. Nos dicen caviares, dicen que no tenemos la actitud de los estudiantes de los 70, dicen que es pura pose. A mí me quedó claro que no todo lo que dicen es cierto. No callaremos si se amenaza la construcción y desarrollo de una sociedad integrada pues se agrede a todos los peruanos. Había gente de las diferentes facultades pidiendo por la memoria, por un voto que no reivindique el periodo más oscuro de nuestra historia republicana. Pedimos por la vigilancia permanente de la democracia y por un gobierno que respete la autonomía de la universidad.

Como mujer salir a las calles para pedir por un voto que no olvide la memoria y la dignidad ha sido realmente significativo. El mundo está dando un cambio, espero la llegada de una mujer a la presidencia, sin embargo, en este caso la elección de Fujimori sólo sería un retroceso. No llegaría por sus logros políticos, por su trabajo social o por su trayectoria. Llegaría como la representante de una dinastía manejada por un hombre que denigró la imagen de la mujer desde el maltrato cometido contra su esposa, hasta los maltratos dados a miles de madres con esterilizaciones forzadas o con el silencio e impunidad ante las miles de denuncias por abuso sexual perpetrados por las FF.AA.

Foto de Buda de Nieve

Como peruana siento que hemos dado un gran paso. Fueron generaciones diferentes las que se unieron. Diversos estratos sociales, muchos credos, personas que fueron víctimas directas, jóvenes que éramos pequeños cuando el fujimorismo devastó el país, diferentes profesiones, estilos, géneros. Todos a una sola voz para pedir que no olvidemos nuestra histori al momento de elegir, pues conscientes de nuestro pasado podemos formar un mejor futuro. La gente aplaudió, recibió los volantes, hubo transeúntes que pasaban de largo y algunos que también gritaban cosas en contra. El 26 de mayo nos ha demostrado que hay esperanza, que debemos trabajar por la democracia y que no debemos vender nuestro voto por miedo. Luego de la primera vuelta quedé devastada y mis fuerzas se iban agotando ante la desesperación del regreso del pasado. Caminar en esta marcha con amigos, compañeros de estudios, con madres, con trabajadores, con peruanos valientes me ha demostrado que tenemos las fuerzas para seguir defendiendo al país. Si elegimos al fujimorismo tendremos de regreso los 10 más dañinos de nuestra historia, no sólo por la muerte que trajo. También representa la corrupción, la destrucción de la estructura gubernamental, la falta de respeto por los Derechos Humanos, la devaluación de los derecho laborales, la tendencia asistencialista, la destrucción de un sistema educativo que aún no termina de cuadrar, la compra de los medios de comunicación, el uso de la violencia para la represión y sobre todo significa que como peruanos no hemos aprendido la lección.

El jueves 26 del 2011 se escuchó fuerte y claro “PERU TE QUIERO, POR ESO TE DEFIENDO.” “UN PUEBLO CONSCIENTE, NO ELIGE DELINCUENTES”


Foto de Lorena de la Puente - Plaza San Martín

domingo, 22 de mayo de 2011

Audrey

Tendido sobre el piso, a lo lejos pude ver como subió a la fuerza en el Chevrolet negro. Quería ver más pero mis ojos se rindieron al dolor desde mi nuca hasta la frente. Eran borrones, neblina que cubrió mis ojos y no me dejó ver la placa de aquel carro que se la llevó.

Eran las cinco y algo de la mañana cuando el timbre comenzó a sonar. Era un ruido constante y fuerte. Audrey me sacó de los sueños para que le alcance la llave del edificio. Salí por la ventana, tenía los tacones en la mano y una carta en la otra. Lancé la llave y regresé a mi cama, luego de unos minutos empezó a llamar sin descanso a mi puerta. Abrí la puerta y Audrey saltó sobre mí. La carta era de la universidad, iban a publicar mi libro. Sin esperarlo, recibí el abrazo que tanto había anhelado.

Era afortunado al conseguir uno de esos abrazos que duran mucho y se sienten bien. Un abrazo de ella era un lujo que no todos han tenido el privilegio de disfrutar. Audrey solía llegar a casa a eso de las 5 o 6. Yo le alcanzaba las llaves y ella me servía de despertador. Cuando todos los vecinos del edificio se disponían a ir al trabajo, ella llegaba. Todos los días con un vestido nuevo y las gafas de sol. Dormía cuando yo tipiaba las noticias en el periódico. Cuando regresaba era su rostro el que veía salir. Una sonrisa y se embarcaba hacía un nuevo encuentro, siempre en aquel Chevrolet Bel Air.

- Deberías salir más seguido Fred, así te olvidas de tanta máquina de escribir.

- Otro día con gusto iré de amanecida contigo.

- No, conmigo no puedes. A menos que puedas pagar las cosas que te pida.

Aquel día, como parte de la celebración, Audrey me permitió salir con ella. No en su horario habitual. Tal vez para que no nos vieran, para recordar como luce el día. Tomó mi abrigo y de un jalón me llevó hasta la puerta. Para ella el día era joven y la vida se acababa cuando uno lo decidía. MI nueva publicación parecía haberle caído como excusa perfecta para no estar en casa. Ese día no quería quedarse en casa, las manos le temblaban de las ansias.

Primero fuimos al bar de Joe, quién nos ofreció un trago gratis. Era muy temprano y apenas había luz. El momento perfecto para comenzar el paseo por Central Park hasta llegar al cobertizo. Un largo paseo, apropiado para el abrigo rojo de Audrey, desgastante para mis zapatos. Ella no dejaba de mirar atrás, tal vez el parque no era tan seguro a esas horas de la mañana. Tomar champagne para el desayuno era su costumbre pero a mí me estaba empezando a pasar factura, necesitaba más que una bebida. Paramos en la cafetería por un pretzel y un café. Tomamos la novena avenida. Audrey no le quitaba los ojos a los escaparates, siempre había gafas nuevas para comprar o un vestido para probarse. Buscaba alguna tienda abierta, cruzamos sin mirar entre los taxis amarillos.

Paramos un momento, se acomodó los lentes de sol y el sombrero negro: Vamos a robar Fred.

- Escoge algo que quepa en el bolsillo.

- ¿Has hecho esto antes?

- Querido, no siempre he tenido quien me pague las cuentas o los gustos.

Escogí una pequeña caja musical, sonaba Moon River. Volteé a decirle que esa era la caja elegida. Audrey estaba en la ventana viendo a través de las cortinas raídas de la tienda de antigüedades. Las cerró rápidamente. No sabía si buscaba a alguien, tal vez quería ver que no viniera ningún otro cliente, nadie que pudiera pillarnos en medio del robo. Levantó la ceja, esa era la orden para irme a ver otros objetos. Me quedé mirando unas lámparas pero podía sentir sus tacones en el piso de madera. Pasos ligeros y seguros. Sentí su brazo enredarse con el mío. Le dio una sonrisa al hombre que estaba en el mostrador y salimos. Cruzamos la puerta y corrimos con la sensación de haber robado un banco. Nadie nos había visto, pero Audrey comenzó a correr. El golpe de los tacones aumentaba más y más. Miraba hacia los costados, su mano apretaba cada vez más la mía. Nuestros pies ya no se detenían, los ojos de Audrey ya no buscan los escaparates. Su respiración era cada vez más fuerte. Ya no sentía nuestros pasos, sentía sus latidos.

Una pared se puso delante de nosotros. Dos hombres vestidos de negro se detuvieron justo en la esquina de la novena con la décima.

- Te vimos Audrey. ¿Por qué no fuiste ayer?

- Vamos chicos, dejen que él se vaya.

- ¿Por qué no fuiste ayer? ¡CONTESTA!

- ¿Qué está sucediendo? ¿y ustedes? Audrey vamos.


Sentí un golpe. Cayeron mis rodillas y al final mi rostro.

En el invierno de Nueva York el pavimento realmente se congela.

lunes, 16 de mayo de 2011

Contra la Amnesia

Hace unos años oí estas palabras, antes de comenzar con la Cantata de Santa María. Palabras que se pueden aplicar a toda Latinoamerica y que el día de hoy son necesarias y precisas para el momento que estamos pasando en el Perú. Lo importante es que no se olvide. El olvido se lleva la la memoria, nos llena de impunidad y da paso a la injusticia. Lo que la sociedad necesita es justicia plena, solidaridad, respeto y siempre impulsando la creación de los ciudadanos.

"... QUEREMOS REIVINDICAR LO QUE HEMOS SIDO, PORQUE SOLO ENRAIZADOS EN EL PASADO SE CONSTRUYEN LOS SUEÑOS DEL MAÑANA."

La letra de esta canción nos puede servir para entender y defender a nuestra patria. Somos un país grande que no se conoce, somos una casa que no se cuida y ahora preferimos no mirar atrás para defender un futuro que será construido sin haber aprendido la lección. Como dice la letra de la canción si nos unimos como hermanos podremos luchar juntos para defender no sólo la democracia, también la MEMORIA por el recuerdo y el respeto a quienes pelearon y defendieron al país en uno de sus períodos mas oscuros y sangrientos. NO OLVIDEN, tejan la memoria, recuerden y conozcas. De esta manera podremos defendernos y honrar a todos aquellos que no callaron, a aquellos que fueron silenciados y a los que han logrado sobrevivir. Si ya hemos escuchado la historia no dejemos que se repita.


domingo, 8 de mayo de 2011

Frases entre clase y clase

Todos los profesores tienen frases célebres, algunos más que otros pero hay. Aquí les dejo algunas que he recolectado durante algunos ciclos como para que se rían o la piensen.

- A ver, la pragmática. Uno puede decir "Esa rata me debe dinero". Sin embargo, ustedes saben que no es posible y que en verdad se dirige a una persona ¿NO? Porque ninguna rata maneja efectivo (R. Renwick en clase de TGL)

- (Luego de caerse sobre las carpetas) No se preocupen chicos, yo soy como la peste. Nada me mata. (S. de Ferrari en Historia del Arte)

- ¿A quién no le gusta el fútbol? Claro, no el fútbol peruano que no existe. (S. de Ferrari en Historia del Arte)

- Si no leen no se les va a ocurrir mucho, porque al hombre no se le ocurren muchas cosas. (V. Vich en Literatura Actual)

- Conviertes la jerga en jerga. Entonces se convierte en una jergaza. (Jefe de Práctica de TGL)

- La gente se pasa, celebra el gol como si fuera la Capilla Sixtina. (R. González Vigil)

- Los románticos alemanes eran los mejores. No sólo los escritores se suicidaban, los lectores también. (R. González Vigil)

- A los autores chicos no los lee nadie. En cambio a MVLL lo leen hasta en Liliput. (R. González Vigil)

Esto hace de las clases más divertidas. Seguro habrán muchos más momentos para recordar

domingo, 1 de mayo de 2011

¿A dónde van?

El agua corría casi fría. Las imágenes la seguían inundando y la preocupación por Tito se convirtió en un dolor de cabeza que por momentos le cegaba la vista. Los oídos aún le zumbaban. Tragó agua y recordó que se moría de sed.

Le dio sed cuando estaba caminando, cuando a cada paso alzaba la voz. La sed apareció cuando tuvo que correr entre la multitud. Su cuerpo le pidió a gritos agua cuando apareció la policía. Ahora que podía tomar agua sólo le producía náuseas. Era incapaz de sentir frío a pensar del agua casi helada en medio de junio. Era incapaz de sentir algo más que no fuera miedo. Ese que se siente cuando descubren tu nombre. Nunca antes sintió temor como aquel día con la certeza que ya era demasiado tarde para deshacer el camino. Al fin entendió que sólo era cuestión de tiempo para que volviera a oír de ellos, tal vez cerca a su casa. Al cerrar la ducha escuchó los pequeños golpes en la puerta.

Luego de varios golpes en la puerta al fin consiguió respuesta. Unos segundos después al abrir, Macarena se dio cuenta que algo malo estaba sucediendo con su hermana. Sobre su desnudez se marcaban los moretones, carne molida con furia y rencor. Se veía más delgada que de costumbre. Un temblor en sus brazos iba del dolor al miedo. Sujetó las manos de su hermana con temor de preguntar lo que había sucedido. Como si Macarena fuera su único anclaje a la realidad, le apretó muy fuerte las manos. Empezó a contar con la mirada perdida, mirando en su memoria. Ella, Mateo y Nicolás pudieron escapar a tiempo pero habían tomado a Tito. No sabía que tan seguro era para ellos. No sabía si él iba a ser lo suficientemente fuerte o cuánto demoraría antes de empezar a soltar nombres, referencias o mentiras.

Macarena metió la ropa sucia de su hermana en una bolsa. Estaba llena de un olor ácido que le lastimaba la vista. Tomó el bolso de su hermana que estaba sobre la cama. El aza estaba roto y adentro encontró los papeles que antes estaban escondidos debajo del colchón. Recordó lo enojado que estaba su papá cuando encontró esos volantes. Se enfureció, gritó y vociferó que aquello era propaganda peligrosa. Cuando su padre se enteró que fue su hermana quién los había arrojado por el balcón del edificio central de la universidad su rostro se llenó de furia y la cólera que llevaba dentro la desató con un golpe voraz contra su hija mayor. Fue en ese momento que Macarena entendió que su hermana estaba metida en algo más grande de lo que se imaginaba.

- ¿Fuiste?

- Si.

- Pero….

- ¿Pero qué?

- Papá te dijo que no fueras.

- Ya estoy adentro Macarena. No hay marcha atrás.

- ¿Qué buscas? ¿Y nosotros? ¿Papá?

- ¿Ustedes?

- Si algo te pasa. Mira lo que te han hecho. Sabes que están llevándose a la gente.

- ¿Crees que no tengo miedo? Ya saben quién soy.

- Mira como te golpearon.

- Es el miedo de oírnos Macarena, eso es lo que genera la violencia.

- Tienes que decirle a mi papá.

- Macarena, no puede enterarse.

- Pero…

- NO PUEDE ENTERARSE.

Mateo les había contado que la gente sólo estaba a salvo si no los identificaban. Lo único que le quedaba era irse, lo antes posible sin mucho en el bolso. Mateo ya estaba listo, pasaría a las 10 por ella. Sin saber a dónde tenía que escapar. Sin fecha de retorno.

La cena ya estaba servida, sus padres ya estaban sentados en la mesa. Su madre tenía la casa perfecta, un buen matrimonio y dos hijas. Para ella eso era suficiente. Para ella no pasaba nada en el país, ni el puesto de su marido en el senado estaba en peligro ante el cambio abrupto del gobierno. Para su mamá la vida seguía normal, por lo menos hasta la hora de la cena. Su papá se había librado de su prisión política. Estaba con el cuello de la camisa desabrochado, la corbata ya estaba guardada. Su padre les dio una sonrisa y agachó su cabeza para bendecir los alimentos. Hacía un buen tiempo que ella había dejado su fe de lado. Había servido sólo para tenerla unos años ciega ante la muerte, el dolor y las voces que caminaban en las calles. El resto de su familia terminó sus oraciones.

- Hoy fue un desastre salir del centro.

- ¿Por qué?

- ¿No viste las noticias? Esos jóvenes de nuevo, marchando.

- Siempre me preguntó qué será de las madres de esos chicos.

- ¿Por qué mamá?

- Es obvio que tu madre se pregunta por qué esas madres no fueron mejores guías…

- Papá, ellos sólo están pidiendo por justicia.

- ¡BASTA!

- Papá, pero…

- No arruines la cena hijita, deja a tu papá comer…

- Si alguno de tus amigos ha estado ahí espero que no lo vuelvas a ver. ¿Entendido?

Sonó el timbre tan fuerte que la cuchara de su padre cayó sobre la sopa como un presagio. Uno de los empleados se dirigió hacia la puerta. Cuando apenas salía del comedor se oyó un golpe. Otro golpe más fuerte y la madera contra el piso. La puerta. Las preguntas en voz alta. ALINA SALDARRIAGA ¿Dónde está? Otro golpe. Ahora lo que sonó fue el puño contra un rostro y el grito de la madre de Alina. Gritos, palabras con sentido sólo para aquellos hombres.

Su padre se levantó de de la silla. Las dos empleadas se quedaron muy quietas en el marco de la puerta de la cocina. Al fin Macarena entendió a qué se refería su hermana “Ya saben quién soy”. Su madre las tomó de los brazos y las sacó de sus sillas. Se paró delante de ellas, asustada por las pisadas que se oían por toda la casa. Pisadas eran fuertes y rápidas. Golpes y estruendos en el segundo piso, ya estaban en los cuartos. Un golpe fuerte y vidrios rotos. Una puerta golpeada y el gritó que tanto temían: ALINA SALDARRIAGA. Su padre volteó a verla, pidiendo respuestas con la mirada, sin saber que podía ser la última vez. Su nombre se oyó en toda la habitación mientras el padre de Alina les reclamaba por entrar sin permiso a su casa. Aquellos hombres encapuchados no estaban entrenados para oír. Golpearon a su padre. La piel de su rostro sonó casi al mismo tiempo que su madre gritaba de miedo. Las rodillas de su padre rebotaron contra el suelo. Alina le soltó la mano de su madre con una caricia de despedida. La capturaron con fuerza y sin cuidado. Miró a su mamá y a Macarena por última vez. Unas señales con las manos entre ellos y todos empezaron a salir de la casa. Las súplicas de su madre y su padre golpeado en el piso sin explicarse por qué se llevaban a su hija fue el último cuadro que pudo ver.

Macarena sujetó el cuerpo agotado de su madre. No volvió a ver el rostro de su hermana, ahora tenía una capucha que la cubría. El cuerpo tenso de Alina trató de aferrarse a la puerta. Un golpe secó en el rostro. No podía ver nada pero sentía la sangre en la mejilla. Sintió miedo por no verlos más.

Tenían preguntas sin saber a quién hacerlas. Sabían que les dirían que vayan a la estación de policías a preguntar por ella. Sabían que en realidad ella jamás pisaría ese sitio. Tirado en el piso su padre abrió los ojos para ver la mirada de un hombre que le susurró al oído.

- Debería criar mejor a sus hijas senador Saldarriaga. No nos gusta la traición.