Aquel domingo por la mañana el sol del verano que se negaba a irse la abrumó con millones de preguntas. A tientas llegó hasta el baño que daba vueltas, el cuerpo mismo le decía que ese día terminaría su última aventura. El espejo, tan verdadero como el reflejo de sus angustiados ojos, develó la mala noche, las lágrimas de la velada anterior y un inapelable sabor a náuseas se acercó por su garganta. El mundo le decía que iba a terminar.
Tres timbres, pero colgó. Mejor que vuelva a llamar, mejor lo llamo. Un mensaje de texto “creo que no quiero que llegue el martes”. Entonces hay que llamar.
- Hola
- Mercedes
- ¿Por qué ya no el martes?
- Algo de mi le tiene miedo
- ¿Miedo a qué Martín?
- La verdad Mercedes es que… no sé
- ¿Qué es lo que no sabes? ¿Martín?
- No sé, creo que aún estoy dormido.
- Entonces porque me dices que quieres que llegue el martes
- Creo que ya no te quiero como antes
La sentencia se dio sin piedad ¿no se daban así todas las sentencias del corazón? La misma desesperada sensación de náuseas, colgó tan rápido como pudo en una despedida llena de tropiezos sin saber que decir. Uno no sabía que decir por cobarde y la otra no sabía que decir pues era demasiado tonto hablar cuando ya no te quieren. Fue una despedida fría y llorosa, tal vez ambos la recordarían. El longplay de Ella Fitzgerald seguía sonando y en medio de Cry me a river las lágrimas brotaron tanto que ya no veía, el dolor era en la entraña tan fuerte que ya no recordaba su rostro, el dolor de su palabras y su último beso. Al mismo instante en que pudo pararse recordó que el martes perfecto que había planeado aún la esperaba, solo que ahora estaba sola con su regalo y un año queriendo a alguien sin ser vista.
- Ayer te vio Alicia
- ¿Y qué te dijo?
- Le pareciste preciosa.
- ¿y a ti?
- Te quiero.
Repetir los recuerdos no ayudaban y el longplay tampoco. Lo cambiaron unas dos veces pero cada canción tenía un recuerdo, cada verso era una lágrima nueva. Alexandra decidió que no más música en casa de Mercedes por ahora. ¿Ya comió algo? Le preguntó a Guiliana. No quiere comer nada. El verano era la peor época para deprimirse, mucho mas luz que ocultar, mucha más alegría que asumir y ella con su colcha seguía en esa casa desde la mañana anterior sin entender porque ya no la quieren como antes. Nunca antes había dicho que si, menos le había dicho que si con tanta esperanza a alguien. Se acostumbró a andar de la mano, muy fuerte como aferrándose a el cariño que pensaba que le tenían. Dijo te quiero y se sintió liberada por asumir la verdad y como todo en esta vida se hacía completo quiso tanto que ahora que la querían menos no entiendo cuando es menos, como era antes y las preguntas que en la mente le rondaban y le daban sórdidas ideas, pues tal vez antes era muy poco el afecto que le tenían y ahora es nada.
- ¿Qué vas a hacer el martes M?
- Voy a ir, decir lo que quiero, preguntar lo que necesito y …
- ¿llorar?
- No puedo llorar Alexandra, no puedo…
- ¿Por qué?
- Si lloro con él es simplemente recordarle que me agujereo el alma.
- ¿No quieres que él sepa?
- Ya no le interesa, porque no me quiere como antes.
ah mon maitre
me has engañado como el sol a sus criaturas
prometiéndome un día eterno todos los días
Corres con miedo por el pasadizo, no llegas a verlo y cuando lo alcanzas cierra la puerta, aparece Melisa con su risa, con sus ojos negros y se ríe en su cara entonces ahí casi inconsciente por la puerta en la cara y la risa que aturde se desmaya desgastada por su propia tristeza. Un zumbido y la mano izquierda, por inercia, apaga el despertador. La luz de aquella mañana le anuncia que es martes al fin.
Con valor aquel día enfrentaría a quien quebró su soledad.
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